Ciudad de México. 18 de octubre de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- El país con mejores estadísticas de donación de órganos en el mundo es España, en 2017,
por cada millón de habitantes hubo 47 donadores fallecidos. El país con mejores estadísticas de donación en Latinoamérica es Uruguay, en 2017, por cada millón de habitantes se tuvo 18.9 donadores fallecidos. Pero en México, las personas que donan son pocas, en 2017, solo 3.9 personas por cada millón de habitantes donaron sus órganos al fallecer; 12 veces menos que en España y casi la mitad que el promedio en Latinoamérica.
Son muchos los factores que influyen en la baja tasa de donación en México, por ejemplo los organizacionales y los legales. Pero cuando se habla del donador, una de las respuestas a por qué hay mexicanos, tan generosos en otros ámbitos, que no desean donar sus órganos al morir, podría estar en las palabras corrupción y pecado.
Después de analizar las cifras sobre donación de órganos, la psicóloga María Luisa Marván Garduño, investigadora del Instituto de Investigaciones Psicológicas de la Universidad Veracruzana (UV), se preguntó por qué es tan difícil para algunos mexicanos donar sus órganos después de la muerte, aun cuando ya no los necesitan más. Para obtener un primer acercamiento al dilema, la investigadora encuestó a 807 habitantes de la ciudad de Xalapa, mayores de 18 años.
Corrupción y desconfianza
De los encuestados, 218 personas dijeron que no estaban dispuestas a donar sus órganos y se les pidió que dieran cinco opciones para completar la frase: “No quiero donar mis órganos después de la muerte porque la donación de órganos es…”. Una vez que completaron la frase se les pidió que ordenaran de mayor a menor importancia sus razones para no donar. El resultado de la encuesta mostró que la corrupción fue el motivo más fuerte para no donar, pues en combinación fue mencionado mayor número de veces y posicionado en un lugar más importante que los otros motivos.
Los mexicanos donan vivos, o no donan
México es el país en Latinoamérica con el mayor número de donantes vivos por donante fallecido, para trasplante renal. Esto no es deseable, pues implica someter a una cirugía compleja al donador vivo y crea mayor peso económico para los sistemas de salud.
Fuente: Newsletter Transplant. International figures on donation and transplantation 2017. Council of Europe.
“No me sorprendió, pero sí me impactó que la razón número uno que dieron fue la corrupción. Que da cuenta de la desconfianza, particularmente en las instituciones y en todos los procesos que implican el involucramiento del gobierno. Sabemos que en este país hay niveles de corrupción impresionantes y que la desconfianza no es gratuita, pero me da mucha tristeza que esta desconfianza impacte incluso en temas como este, donde los procesos son transparentes y no existe evidencia de malos manejos”.
El miedo al tráfico de órganos
La corrupción no es un mito, existen casos probados en el país, el problema es que la percepción de que la corrupción afecta incluso los programas de donación de órganos. Aunque el proceso de donación de órganos en las instituciones públicas es totalmente transparente, en este país no hay confianza en nada ni en nadie, explica María Luisa Marván.
La corrupción fue la razón de más peso, en promedio, para no donar, pero en realidad no fue igual de importante para todos los grupos de edad. Los investigadores se dieron cuenta de que los jóvenes, de 18 a 34 años, fueron los que clasificaron la corrupción como la razón más importante para no donar, además en segundo lugar mencionaron el tráfico de órganos. Los adultos y los adultos mayores mencionaron la corrupción en segundo y en quinto lugar de importancia.
México es un país azotado por el crimen organizado, pero la idea de que las personas que han expresado su voluntad de ser donadores cuando mueran son más vulnerables al tráfico de órganos no tiene una base real. Los jóvenes podrían tener esta percepción debido a que están más expuestos a las redes sociales que tienden a exagerar y reproducir actos violentos, explican los investigadores en el artículo de la revista Clinical Transplantation donde publicaron sus resultados.
“El proceso donación-trasplante, que va desde la identificación de un posible donador hasta que el órgano extraído llega al receptor, es sumamente complejo, involucra a muchísimos profesionales de la salud, no es tan fácil como que yo ahorita le quito el riñón a alguien y lo vendo. El órgano se extrae bajo ciertas circunstancias médicas, se mantiene en condiciones especiales, se transporta en condiciones especiales y antes se deben hacer muchos estudios de compatibilidad con el paciente que lo va a recibir; todo esto es muy complejo”.
El pecado y la falta de conocimiento
Además de la corrupción, los investigadores encontraron señales de la falta de conocimiento acerca del proceso de donación de órganos.
Por ejemplo, el grupo de adultos mayores de 65 años, la razón más fuerte para no donar fue que consideran que sus órganos ya no son útiles, debido a su edad; algo falso, pues no existe un límite de edad para ser donador, los médicos son quienes determinan qué órganos conservan su función y son aptos para la donación. En Estados Unidos, un adulto de 92 años se convirtió en donador de hígado, después de su muerte, y salvó la vida de una persona de 69 años.
La segunda razón que reportaron las personas mayores de 65 años para no donar fue que iba en contra de su religión. Los adultos y los jóvenes también mencionaron este argumento, aunque en menor medida.
Para la investigadora, este descubrimiento es importante pues la mayoría de las personas en el estudio, 87 por ciento, se declaró católica o perteneciente a una religión basada en el cristianismo, pero la iglesia católica, a través de L'Osservatore Romano, tomó una postura a favor de la donación de órganos después de la muerte desde 1997 y la considera un acto de caridad.
En tercer lugar, los adultos mayores clasificaron como razón para no donar que no sabrían a dónde irían a parar sus órganos. Esta respuesta, algo confusa incluso para los investigadores, fue clasificada en primer lugar por los adultos de entre 35 y 64 años de edad.
“Es extraño, pero así lo expresaron: 'No sé a dónde van a ir mis órganos'. Incluso había quien decía: 'Si yo supiera quién va a ser el receptor de mi órgano, si fuera un familiar o un amigo, donaría; pero eso de que mi hígado o mi corazón acaben en el cuerpo de un desconocido no me gusta'”.
Estos dos grupos de edad también mencionaron que, al morir, deseaban irse completos.
Por último, una respuesta que sí sorprendió a los investigadores fue la respuesta del dolor. Los participantes de mayor edad respondieron que no donarían sus órganos debido a que es doloroso. Los científicos no saben si esta respuesta se refiere al dolor emocional que conlleva pensar en el evento de la propia muerte, o la creencia de que se puede experimentar dolor físico después de la muerte, creencia que algunos participantes externaron.
La muerte cerebral es muerte
Para María Luisa Marván, hay dos mitos que se deben combatir para aumentar la donación de órganos en México. El primero, que la donación es pecado; y el segundo, que la muerte cerebral no es una muerte real y que los órganos se obtienen cuando la persona aún tiene posibilidad de sobrevivir.
“La gente tiene que entender que la muerte cerebral es la condición idónea para la donación post mortem, porque el sujeto con muerte cerebral está muerto. Mucha gente piensa que si hay muerte cerebral, quiere decir que a lo mejor hay otra muerte, que es la de verdad, que en la muerte cerebral la persona a lo mejor despierta”.
Pero la investigadora explica que la muerte cerebral no es un coma. Del coma, la persona podría despertar, y a la gente no se le pueden extraer los órganos si se encuentra en coma. Pero una persona con muerte cerebral ya no tiene posibilidad de despertar, la persona ha muerto.
“La muerte cerebral es muerte, simplemente es muerte por criterio cerebral. De hecho, hay una crítica al nombre de muerte cerebral, porque correctamente debería llamarse muerte por criterio cerebral”.
Para María Luis Marván, combatir los mitos sobre la postura de la religión y sobre la realidad de la muerte cerebral sería un buen comienzo para disminuir las barreras sociales y psicológicas que enfrenta la donación de órganos en México. Aunque la psicóloga señala que todavía hace falta continuar la investigación para profundizar en cada una de las razones de los participantes en el estudio.