De a cuerdo con investigadores de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, una hormona sexual, la progesterona, participa en el crecimiento de las células de astrocitoma, el tumor cerebral primario más común y agresivo en adultos, que tiene alta malignidad y baja sobrevida.
Ignacio Camacho Arroyo, investigador de la Facultad indicó que tras la búsqueda de un tratamiento se indaga las rutas bioquímicas que siguen la progesterona, la interacción con su receptor y la acción de una molécula antagonista, llamada RU-486.
El académico explicó que además de generar conocimiento inédito sobre los mecanismos bioquímicos precisos de esa hormona, el científico busca un tratamiento para detener el avance del tumor, que afecta a tres hombres por cada dos mujeres, y daña a los astrocitos, células con forma de estrella y funciones clave en el sistema nervioso central.
El astrocitoma avanza dentro del cerebro humano en cuatro grados y sólo es curable en el primero mediante cirugía; en los siguientes se trata con quimioterapia y radioterapia, y el pronóstico de vida se reduce gradualmente de siete años a uno, explicó Camacho Arroyo en el seminario Hormonas sexuales y tumores cerebrales, realizado en la FQ.
Comunicación intracelular
Estudioso de la comunicación intracelular y de los efectos de las hormonas sexuales en el organismo, el biólogo, maestro y doctor en Investigación Biomédica Básica, indicó que las hormonas más abundantes de este grupo son la progesterona, el estradiol y la testosterona, las dos primeras en mayor concentración en las mujeres, y la última en los hombres.
Para seguir la ruta de la progesterona, Camacho Arroyo identificó a su receptor, una proteína con dos isoformas, es decir, dos formas distintas de la molécula que ocasionan respuestas opuestas. “Mientras la isoforma A inhibe las acciones de la hormona, la isoforma B las promueve”, detalló.
Esta alta especialización podría ser aprovechada en una futura estrategia terapéutica, pero aún falta encontrar cómo regular ambas isoformas del receptor, pues los resultados experimentales en células cultivadas del tumor demostraron que la isoforma A del receptor tiene efectos inhibidores del crecimiento de las células malignas.
Camacho Arroyo encontró que la progesterona induce el crecimiento de células de astrocitomas humanos en cultivo. También estudió al antagonista de la progesterona, una molécula llamada RU486, que tiene un efecto contrario al de la hormona, es decir, puede detener el crecimiento del tumor. El universitario busca utilizarla para frenar el avance.
Para ello, necesita seguir adelante en sus estudios con células de cultivo y realizar investigaciones en modelos animales, antes de probar si esta estrategia funciona en humanos.
Además, le interesa saber cómo se modifica el citoesqueleto, una estructura intracelular de proteínas que participa en la división, comunicación, organización y movilidad celular, y que es clave en la metástasis.a