Palpitaciones, sudoración, ansiedad, pérdida del sueño, cambios drásticos en el estado de ánimo y miedo a perderse de “algo”, son algunos de los síntomas que presentan quienes no son capaces de pasar más de media hora sin consultar su cuenta de Facebook.
“Ser adicta es una palabra muy fuerte, piensas en drogas o alcohol, yo por eso tardé mucho en entender que el hecho de que se me olvidara recoger a mi niño en la guardería, desvelarme todas las noches o enfurecer si no podía ver mi Facebook, era una adicción”, confiesa “Marlene”.
A sus 23 años, esta joven madre y su familia conocieron de cerca las consecuencias de una de las llamadas “enfermedades modernas”: la adicción a las redes sociales, cuyo alcance e impacto a largo plazo en la sociedad aún se desconoce.
Con más de mil 250 millones de usuarios activos a nivel mundial, Facebook proporciona a las personas la posibilidad única de comunicarse, conocerse y reencontrarse, pero también la de “perderse” en un mundo virtual en el que no hay horarios ni problemas.
De acuerdo con datos de la propia red social, de ese universo global, más de 51 millones de usuarios se encuentran en México, de los cuales 31 millones se conectan diario.
La fascinación por este medio, señala la sicóloga Julia Borbolla, se alimenta de la necesidad natural del ser humano de socializar, obtener el reconocimiento de otros miembros de la comunidad y pertenecer a un grupo.
El ser humano es primordialmente social y Facebook ofrece condiciones óptimas únicas para socializar porque permite mostrar sólo lo que se quiere, las personas pueden disfrazar sus emociones y crear una autoimagen, lo cual es altamente satisfactorio”.
El problema, enfatiza la especialista, inicia cuando se requiere cada vez más tiempo para lograr el mismo nivel de satisfacción y ello lleva a la persona a suspender actividades sociales, familiares, laborales o recreativas.
En opinión de Borbolla, para que el gusto por esta popular red social no se considere una adicción, una persona debe dedicarle sólo alrededor de 20 por ciento de su tiempo libre.
“El tiempo libre se debe entender como aquel que se dedica a comer, reunirse con amigos y familiares o ir al cine, y de ese total sólo el 10 o hasta el 20 por ciento debe destinarse a revisar la cuenta de Facebook, hay que considerar que ni ésta ni otra red social puede sustituir las necesidades de socializar de una persona porque no involucra un contacto directo y vivencial”.
Para el director nacional de Sicología de la Universidad del Valle de México (UVM), Raymundo Calderón, la crisis de abstinencia que vive un adicto a Facebook es similar a la que presenta un toxicómano: mareos, trastornos del sueño e irritabilidad que se relacionan con la desesperación que causa la pérdida del contacto con el objeto adictivo.
“Como en cualquier adicción encontramos tres niveles que son el leve, moderado y el grave, en este último es posible que se requiera la participación de un siquiatra e incluso la administración de fármacos, es importante que el paciente esté bajo la supervisión de un grupo integral de especialistas para sanar tanto el cuerpo como la mente”.
De acuerdo con un estudio realizado por la UVM, de cada 100 personas en México, dos o tres presentan diferentes niveles de adicción a las redes sociales.
“En ese estudio encontramos que el grupo más vulnerable a crear una adicción es el de las personas que tienen entre 13 y 20 años de edad, lo cual se debe a que en la etapa de la adolescencia el ser humano está terminando de construir su personalidad y en ese sentido cualquier situación que suceda le impactará de forma importante”.
“Tuve un embarazo no deseado y eso me alejó de mis amigas, sentí mucho rechazo pero me di cuenta que en Facebook podía seguir casi la misma vida que ellas llevaban, solo que sin que me vieran cómo me la estaba pasando horrible”, comenta la joven.
Y es que, enfatiza, la red social le permitía “matar” las horas de ocio a las que tuvo que someterse durante su embarazo y seguir “online” las fiestas, los viajes y las conversaciones de sus amistades.
“Mi necesidad de estar ahí creció y ni cuenta me di, nació mi bebé y yo en lo único que pensaba era en que todo el mundo creyera que me iba súper, quería que sintieran envidia de que yo fuera mamá y ellas no, subía fotos como loca y solo me sentía bien cuando alguien las comentaba, pero cuando no, me sentía morir”
Para “Marlene”, reconocer que necesitaba ayuda sicológica fue la parte más difícil porque se enfrentó al rechazo de sus propios familiares que la trataron de “floja”, pues descuidaba no solo sus tareas como madre, sino su aspecto personal y evitaba salir a la calle.
“Sólo me peinaba y me maquillaba cuando quería hacer una selfie en donde saliera así súper feliz”, dice entre risas la chica que luego de casi ocho meses continuos de terapia fue dada de alta por su sicóloga.
En opinión del doctor Calderón, la información en torno a un padecimiento de este tipo es fundamental para prevenir, detectarlo y atenderlo de manera adecuada y de la mano de un profesional.
Al tratarse de una “enfermedad moderna”, aún no se tiene un registro sólido sobre el número de personas que podrían considerarse adictas a Facebook en el país, pero frente a la creciente penetración de dispositivos que permiten el acceso a Internet en cualquier momento y lugar, es posible prever un aumento considerable en los próximos casos.
Instituciones médicas como el IMSS, el ISSSTE y la propia Secretaría de Salud, ya están tomando en consideración estratégicas que permitan la atención especializada a este tipo de problemas y en las universidades ya se llevan a cabo estudios, pero aún falta mucho por hacer, subrayan los especialistas.