JUAN RAMÓN DE LA FUENTE,
REPRESENTANTE DE MÉXICO ANTE LA ONU:
"No existe guerra inevitable. Si llega, es por fallo del hombre": Andrew Bonar Law
En 1985, apareció en la portada de la revista National Geographic, la que se dio en llamar La Niña Afgana. El fotógrafo Steve McCurry captó en ese rostro el drama de los refugiados durante la invasión soviética a Afaganistán. Era impactantemente bella, pese al polvo y a la desnutrición; sus ojos eran magnéticos. Hermosos, sin duda, pero su mirada era penetrante y cargada de miedo. Su retrato se volvió icónico en todo el mundo.
17 años después, McCurry regresó a Afganistán en busca de la chica. Estaba casada y tenía tres hijos; seguía viviendo en un campo de refugiados. Ya no era hermosa y su mirada era pétrea.
La invasión soviética a Afganistán duró de 1978 a 1992, cuando la URSS participó en uno de los bandos de la guerra civil afgana. La historia de este país durante el siglo XX ha sido una línea de constantes disputas entre las dinastías musulmanas, así como injerencias extranjeras; las del Imperio Británico, de Turquía y de Pakistán, por solo mencionar algunas.
Desde la invasión soviética y luego desde la ocupación estadounidense derivada del ataque terrorista a las Torres Gemelas, muchos afganos han pasado sus vidas en un campo de refugiados. El acceso a la educación -de los hombres, por supuesto- solo ha ocurrido en escuelas musulmanas o madrasas, donde solo aprenden el Corán y el sufrimiento de su pueblo. Así es como surgieron y siguen surgiendo los grupos extremistas afganos.
En un territorio agreste y con una población extremista, el grupo terrorista Al Qaeda (AQ) encontró cobijo desde hace décadas, empezando con Osama Bin Laden. Al ser responsable del ataque a las Torres Gemelas, EUA ocupó ese país durante dos décadas dispuesto a acabar con Al Qaeda y ahí permaneció incluso después de haber ejecutado al líder, en 2011.
A raíz de la desocupación estadounidense de Afganistán, el gobierno talibán se había comprometido a no permitir que AQ operara desde ese país, pero ya sabemos que a las promesas se las lleva el viento y el nuevo líder de AQ, Ayman al-Zawahiri, fue localizado en Kabul y ejecutado el pasado sábado con un dron estadounidense.
La pregunta ahora es; ¿qué sigue?
Para el gobierno talibán, la localización del líder terrorista en territorio afgano lo habrá metido en un aprieto, pues seguramente se detendrá el proceso de liberalización de las reservas afganas por siete mil millones de dólares.
Mirando hacia la cancha estadounidense, habrá que preguntar cuál fue el beneficio de la administración Biden.
La salida de las tropas estadounidenses dejando al gobierno de Afganistán en manos de los talibanes fue muy criticada, pues dio la impresión de que después de 20 años y miles de millones de dólares gastados, nada se había logrado.
Tal como ocurrió en Viet Nam.
Ahora bien, el presidente Biden requería de un golpe espectacular para ganar puntos con el electorado, sobre todo con miras a las elecciones intermedias, en un ambiente de alta inflación y la amenaza de una recesión. La localización del terrorista le cayó como anillo al dedo.
Pero ya sabemos cómo se las gastan los extremistas. Otras células de AQ y grupos que le son afines dispersos en toda la región, claman venganza por la muerte del líder y particular preocupación genera en el grupo extremista ISIS. Aun cuando este movimiento había rivalizado en liderazgo con AQ, ahora tiene un pretexto perfecto para iniciar una nueva jihad.
Afganistán está muy lejos de México, tanto geográfica como culturalmente, pero en un mundo global, el movimiento de una pieza altera todo el escenario mundial. Estamos, pues, resintiendo los efectos económicos de la invasión rusa a Ucrania.
La última noticia que tuve sobre Sharbat Gula, La Niña Afgana, fue que en 2021 y a la edad de 50 años, obtuvo asilo en Italia.
Espero que viva feliz y libremente.
Leopoldo Mendívil
Colaboró: Upa Ruiz This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
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