LOS ELECTORES:
"El principio de legitimación de las sociedades políticas es el consenso": Norberto Bobbio
En las comidas con amigos, máxime por mi profesión, el tema de la democracia y las elecciones del 2024 es infaltable. Comentando sobre el autoritarismo que se cierne sobre el país, Alberto Aguilar Iñárritu -amigo, político, demócrata convencido y actuante, así como escritor- nos soltó:
“Yo le agradezco a Andrés Manuel que nos haya mostrado claramente el régimen político en el que vivimos.” Se hizo un silencio en la mesa.
Después de escuchar sus razonamientos y los de otros comensales, concluí que, efectivamente, AMLO es prueba viviente de las fallas de nuestro sistema democrático y la muy alta vulnerabilidad en la que nos coloca a los ciudadanos.
Me explico:
A lo largo de la transición democrática, se han hecho reformas sobre el acceso al poder; de ahí que contemos con elecciones confiables, con la creación del INE y con la legislación electoral.
Pero nos falta reformar el segundo pilar: la forma de ejercer el poder…
No se trata de mutar de un régimen presidencialista hacia uno parlamentario, sino de evitar que el primero llegue a los extremos, como es el caso de la 4T. En ésta, las políticas públicas y el ejercicio del gasto han dependido únicamente de las decisiones PERSONALES de López Obrador…
AMLO ha decidido PERSONALMENTE sobre una gran cantidad de asuntos de la mayor envergadura sin considerar a las minorías; es más, ni siquiera a los de su propio partido y, quizá peor, a su propio gabinete. Desapareció -y no sabemos a qué ha destinado- los fondos de estabilización, los de salud y los fideicomisos; borró de un plumazo organismos como el Seguro Popular y creó otros menos eficientes, como el INSABI; descobijó la verdadera política social en aras de fondear megaproyectos; fomentó la polarización; etc., etc., etc…
¿Cuál sería la solución a esta inconveniente e ineficiente concentración del poder? Un gobierno de coalición, tal como lo establece la Constitución desde 2014, el cual va mucho más allá de una alianza electoral.
En un gobierno de coalición, los partidos minoritarios se ponen de acuerdo en un programa de gobierno para el país, cuáles serán las políticas públicas para llevarlo a cabo y cómo será su cumplimiento. Ustedes me dirán que todos los partidos prometen cumplir y que las promesas se las lleva el viento; la diferencia con un gobierno de coalición es que si éste no cumple lo prometido, tanto el presidente como los secretarios son RESPONSABLES JURÍDICA Y POLÍTICAMENTE…
Esto significa la renovación total del contrato entre el elector y el gobierno, pues el voto cobra su significado total.
Pongamos un ejemplo:
En un gobierno de coalición, el Tren Maya no sería posible. El secretario de Medio Ambiente no daría su visto bueno, pues sería responsable jurídicamente de la destrucción de la selva; el de Hacienda tampoco, porque el tren carecía de la planeación necesaria para autorizar el presupuesto. Luego entonces, se hubiera tenido que buscar otra alternativa para promover al sureste mexicano. Claramente, el presidente seguiría siendo el jefe del gabinete, pero no el amo supremo.
Muchos creen que en un gobierno de coalición los partidos coaligados se reparten los cargos y ya. No es así. Le eché un ojo a la propuesta de Ley Reglamentaria de Gobierno de Coalición presentada por el PRI; ¡sí, el PRI, aunque ustedes no lo crean..! Todavía no ha sido aprobada en la Cámara de Diputados, pero no creo que haga falta para 2024. De suyo es una suerte de contrato entre los partidos coaligados, así como un manual de organización para operar un gobierno de coalición.
Una vez puestos de acuerdo sobre el programa y las políticas públicas, el compromiso entre todos es buscar a la persona idónea para cada cargo. No más agrónomos al frente de PEMEX o administradores de zonas arqueológicas encargados del INSABI; no más 90 por ciento de lealtad al presidente y 10 por ciento de capacidad.
Otro aspecto relevante dentro de los gobiernos de coalición es la discusión constructiva y el acuerdo, evitando los escollos de los gobiernos divididos. Pongamos otro ejemplo: la desaparición de las escuelas de tiempo completo (ETC) hubiera sido imposible, pues el secretario de Desarrollo Social habría dicho al titular de la SEP: “No puedes quitar el presupuesto a las ETC; tenemos un compromiso con las mujeres trabajadoras, así que pensemos en otra alternativa para sacar adelante tu problema presupuestal de infraestructura educativa. De otra manera, yo sería jurídicamente el responsable de no cumplir con las mujeres.”
Este es el régimen de gobierno que proponen los partidos de oposición junto con organizaciones de la sociedad civil: un nuevo pacto social sin polarizaciones.
Esperemos que en pronta fecha nos presenten su programa y entonces veremos si nos convence hacia dónde quieren llevar al país.
Esperemos que sea una nueva época para la Nación.
Leopoldo Mendívil
Colaboró: Upa Ruiz This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
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