Agotados físicamente, pero con un gesto de alivio, abandonaron la cancha del Estadio Universitario los jugadores de River Plate. Fueron 90 minutos de presión, de asfixiar en la marca a los rivales, para minimizar los espacios y las
llegadas de los felinos. Tigres empató 0-0 ante River Plate, en el partido de ida de la final de la Copa Libertadores, el primer capítulo de una serie donde el club mexicano nunca se sintió cómodo, ahogado por la resistencia del rival y por el deseo que conseguir alguna ventaja en el marcador, el club mexicano buscará la copa de visita, ahí donde históricamente han tenido mejores resultados los equipos nacionales.
Con el empate, los finalistas mexicanos suman tres partidos en casa sin poder sacar ventaja en el marcador —Cruz Azul perdió 0-1 ante Boca Juniors y Guadalajara 1-2 ante Internacional de Porto Alegre—. Siempre jugando el partido de ida, debido a las reglas de Conmebol que impiden que la serie final se dispute en un estadio de un club invitado, los futbolistas de Tigres terminaron exhaustos de intentar, de buscar algún gol que les diera ventaja para el partido de vuelta. No sucedió.
André-Pierre Gignac terminó agotado de perseguir balones que no tenían como prioridad su ubicación; también tropezó toda la noche con Maidana y Funes Mori, los centrales rioplatenses que incomodaron toda la noche al delantero francés.
Alejado de Rafael Sobis, que también tuvo su batalla personal con los mediocampistas de River Plate, la ofensiva felina se encomendó al desequilibrio de Jürgen Damm.
Los extremos fueron las mejores zonas de tránsito del equipo de Ricardo Ferretti. Fue precisamente por el sector derecho donde Egidio Arévalo encontró un rebote de la defensa argentina, mandó un centro buscando a Gignac, pero un zaguero desvió la pelota, misma que recorrió el travesaño de la portería para después caer fuera del alcance del atacante galo.
Instantes después, por ese mismo sector, Damm encontró un espacio para centrar, Sobis conectó de cabeza, pero su remate salió a la ubicación de Marcelo Barovero, el portero de los Millonarios.
Si un signo marcó la propuesta ofensiva de River Plate fueron los cambios de su estratega, Marcelo Gallardo, para comenzar el segundo tiempo, al sacar de la cancha a Rodrigo Mora y Tabaré Viudez, sus delanteros que acabaron agotados de perseguir a los rivales y con fatiga muscular, de los golpes y kilómetros que recorrieron anoche, casi sin opciones de marcar un gol.
Ante las batallas que alejaban a Gignac y Sobis del área rival, Egidio Arévalo se convirtió en el atacante más peligroso de los Tigres, sus incursiones tomaban por sorpresa a los rivales, pero sin un centro cómodo, y al salir de cambio a 20 minutos del final, Tigres apostó por la insistencia y dominio del balón para conseguir un gol.
Fue Jürgen Damm quien más cerca estuvo de marcar, al recibir un pase que lo dejó de frente a Barovero, pero su indecisión por disparar o centrar dio tiempo para que al momento de su remate, tres defensores de River ya estuvieran sobre la línea de gol para sacar el balón.
Apenas terminó la jugada, Damm se llevó las manos al rostro y lanzó un gesto de desesperación, aquel sentimiento que también mostraron sus compañeros al final del partido, porque a pesar de dominar el balón y generar las mejores opciones de gol, no pudieron sacar ventaja en el marcador, como ha sucedido cada vez que un club mexicano llega a la final. Todo se decidirá en casa de los dueños del torneo, los sudamericanos.