México, 26 de septiembre 2023—Héctor Herrera vivió el proceso de decadencia, que tan natural es en México, con ciertas particularidades. Habría que remontarse muchos años atrás para entenderlo con precisión. Su debut se dio en
2011 a los 21 años. Venía de la Tercera División, mina de oro oculta donde Pachuca lo detectó. Por eso tardó en llegar al circuito estelar, pero una vez instalado, rompió todos los moldes de inmediato. Algún día, en ese lejano 2012 dorado, Herrera fue el joven por el que todos clamaban. Lo querían en la Selección Mayor y, desde luego, en Europa.
Y así fue. Después de ganar la medalla de oro olímpica, *HH* sólo jugó un año más en Tuzos antes de partir al Porto. Aunque desde el principio de su carrera tenía una tendencia a la irregularidad, en sus mejores días no había duda de sus capacidades: México raramente produce jugadores con esa visión de juego, técnica exquisita y capacidad física para recorrer todo el campo. Era, pues, el mediocampista que tanto se había soñado. Y ese augurio quedó comprobado en el Mundial de Brasil 2014, cuando deslumbró al mundo y demostró que podía tocar las mismas arpas que los mejores de su puesto —muy recordado es su partido contra Croacia, en el que opacó a Luka Modric—.
Pero desde entonces, la afición mexicana experimentó un amor-odio hacia él. Esa bipolaridad se explicaba por su rendimiento en el campo. A veces resultaba increíble ver que un jugador de su categoría tomara decisiones absurdas o que errara pases sin mayor sentido. Daba la impresión de que únicamente jugaba bien cuando él quería. Así protagonizó momentos penosos, como la Copa América 2016, y al mismo tiempo era referente del Porto. Luego todo se acomodaba a su favor otra vez, como en el Mundial de Rusia 2018, en el que volvió a lucirse como el amo del mediocampo tricolor.
Ya rumbo a Qatar 2022 todo estaba dinamitado y su titularidad fue ampliamente cuestionada. Es cierto que bajó su nivel en los últimos años, pero también lo es que, por alguna razón, se le cargó la mano y se le hizo culpable de todos los males del Tri, una concepción injusta, cuando menos. El problema fue que él tampoco tuvo la serenidad para afrontar las críticas, y de plano eligió el camino de la confrontación hacia sus críticos: