Dios es brasileño

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“Los brasileños han conquistado una fuerte dosis de autoestima” escribió el corresponsal Juan Arias el 11 de noviembre de 2010, en una frase de su texto “Brasil es mayor que nadie”, recién celebradas las elecciones que llevaron a la presidencia a Dilma Rousseff, y a unos días de saberse que la nación sudamericana sería sede de la

Copa FIFA de 2014.

Brasil se comprometió desde ese momento a organizar con enorme celeridad el XX Campeonato Mundial de Futbol, que deberá celebrarse del 13 de junio al 13 de julio próximos en una docena de estadios, algunos nuevos y otros en remodelación, en escenarios ubicados en otras tantas ciudades elegidas como sedes en todo el territorio nacional de 8.547.403.5 millones de kilómetros cuadrados, en el cual México cabría cuatro veces.

Cubriendo 47.3 por ciento de América del Sur, constituida por una única y continua extensión territorial, hubo quienes preguntaron si Brasil estaba entonces en el mejor momento de su historia, y reflexionaban sobre el camino que hubo que recorrer desde 1930 para participar en todos y cada uno de los certámenes balompédicos organizados durante más de ocho décadas y ganar sin discusión cinco de ellos.

Con esa dimensión colosal -cuatro mil 319 kilómetros de este a oeste, tres mil 994 de norte a sur, fronterizo con la Guyana francesa, Surinam, Guyana, Venezuela, Colombia, Uruguay, Argentina, Paraguay, Bolivia y Perú, con quienes limitan en 16 mil kilómetros, y una costa que se extiende ocho mil 500 kilómetros sobre el Océano Atlántico, habría que preguntarse cómo y cuándo surgió ahí ese deporte.

Juego que desde hace muchísimos años se convirtió en fenómeno social, religión, devoción y parte integral de la identidad nacional brasileña.

No sin razón, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva exclamó “¡Deus é brasileiro!” (“¡Dios es brasileño!”) al momento de darse a conocer la sede del gran evento.

Mientras en Estados Unidos ?país anfitrión de la competencia correspondiente a 1994- llamaron a ese modo de ser “the brazilian way of life”, al lograr refrendar ese año, para felicidad de casi 200 millones de seres humanos, su cuarto título universal, con un equipo en el que brillaron Taffarel, Jorginho, Cafú, Aldair, Branco, Dunga, Zinho, Mauro Silva, Mazinho, Bebeto y Romario.

Cuentan que, antes de que lo hiciera con orden Charles Miller ?nacido en Sao Paulo de padres británicos- a fines del siglo antepasado, el futbol ya había sido practicado rudimentariamente en tierras brasileñas desde 1878.

Esto cuando los tripulantes de buques europeos acostumbraban jugarlo en los terrenos del puerto de Río de Janeiro, a un costado del palacio de la princesa Isabel, hija del emperador Pedro II, aunque sin reglas ni árbitro, en el equivalente a lo que en México se llama “cascaritas”, en España “pachangas” y en Brasil “peladas”.

Esos marinos fueron los primeros futbolistas que conoció la nación gigante de América del Sur, y con ellos empezó una historia de 135 años que podría narrarse épicamente mediante testimonios, anécdotas, vida, obra y milagros de los juglares de antes y ahora, del pasado y el presente, quienes, según los hechos y no las apariencias, nacen con una pelota bajo el brazo y con las chuteiras puestas.

Ese futbol que se mostró tardíamente y por primera vez en México a fines de la década de 1950 con las visitas del Sao Paulo, el Santos y el Botafogo, y posteriormente del América de Río y el Vasco da Gama, se reafirmaba y despertaba admiración con la llegada de los primeros jugadores brasileños que participaron y enseñaron su calidad en los torneos mexicanos de aquella época.

Estos son algunos de los episodios que deben tenerse en cuenta para entender la razón de ser de Brasil en función de sus figuras y de su deporte nacional.

Y a que el país más alegre de la Tierra haya sido designado sede del XX Campeonato Mundial de Futbol de 2014, en una puesta en escena extraordinariamente festiva, de la que nadie, absolutamente nadie, ni pobres y ricos, blancos y negros, presidentes, obispos y embajadores ?ni siquiera el Papa de Roma, dijo con humor el ex mandatario Lula- está excluido en Brasil.

¿Por qué lanzarse a escribir historias tan especiales en vísperas de una confrontación balompédica sin paralelo en junio de 2014? Porque, como dijo Andrés Rafael Helguera García, periodista que con los años ha alcanzado una madurez extrema en nuestras lides al escribir “Todo sobre las Copas del Mundo, almanaque estadístico”, el futbol es un lenguaje universal del que no se requieren traductores para entender sus objetivos.

Menos, en una nación en la que ese deporte -como señaló Jorge Valdano, ex jugador argentino y mundialista de 1986-, es un formidable y perfecto pretexto para ser feliz.

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