Como en los ya lejanos tiempos de la dictadura militar, del cesarismo de los generales y mariscales autoimpuestos en Brasil entre 1964 y 1985, al iniciar el segundo decenio del siglo XXI empezó la remodelación y edificación de obras faraónicas en nombre de la fiesta y la alegría, el orden y el progreso.
Así, cada uno de los 12 estadios que albergarán los 64 partidos del XX Campeonato Mundial de Futbol en 2014 abrirán pronto sus puertas, algunos sin suficiente tiempo, en medio incluso de tragedias como la ocurrida en el Itaquerao de Sao Paulo el 27 de noviembre pasado, donde será la inauguración el 12 de junio próximo con el partido entre Brasil y Croacia.
Tanta es la prisa, que tal vez sólo la mitad de esos escenarios podrá realizar el llamado "ensayo general" que exige el protocolo oficial de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA).
Entonces, para la relativa tranquilidad del Comité Organizador ya están listos el Maracaná de Río de Janeiro (79 mil espectadores), el Mané Garrincha de Brasilia (71 mil), el Mineirao de Belo Horizonte (62 mil), el Castelao de Fortaleza (64 mil), el Pernambuco de Recife (46 mil) y el Fonte Nova de Salvador (55 mil).
Sin embargo, aún faltan la Arena Baixada de Curitiba (41 mil), la Arena das Dunas de Natal (42 mil), el Beira Río de Porto Alegre (61 mil) y aquéllos que son "o feijao no arroz" (el frijol en el arroz), debido a las complicaciones que, por razones geográficas, de clima, económicas y de fallas estructurales han requerido remodelación y/o construcción total.
Estos son el Itaqueirao de Sao Paulo (70 mil), la Arena Pantanal de Cuiabá (44 mil) y la Arena Amazonia de Manaos (44 mil), que han enfrentado graves problemas, entre otros la muerte de cuatro trabajadores en Brasilia, antes de la Copa Confederaciones 2013, en Manaos y la capital paulista hace algunas semanas.
El primero, en el barrio de Itaquera, es propiedad del equipo Corinthians, favorito del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, y cuyo costo se calcula en 360 millones de dólares que, además de ser el foro inaugural de la Copa del Mundo de Brasil, tendrá un juego semifinal en 9 de julio de 2014.
Debido a la Copa Confederaciones fue necesario apurar la terminación de los estadios de Salvador, Recife, Brasilia y Río de Janeiro, donde se realizó la final en la que Brasil se coronó al ganar 3-0 a España, campeón mundial de Sudáfrica en 2010.
Este último recinto es el Maracaná o estadio municipal "Mario Filho", inaugurado el 24 de junio de 1950 con el juego entre Brasil y México ante 81 mil 649 fanáticos y, a manera de recordación de esa derrota por 4-0, hay que decir que el director técnico nacional era Octavio Vial.
Los mexicanos alinearon a Antonio Carvajal, Felipe Zetter, Alfonso Montemayor, Rodrigo Ruiz, Mario Ochoa, José Antonio Roca, Carlos Septién, Héctor Ortiz, Horacio Casarín, Mario Pérez y José Guadalupe Velásquez, con un arbitraje irregular del inglés George Reader, que validó dos goles a Ademir Menezes, uno a Jair Rosa y el último a Baltasar da Silva.
En ese gigante tuvo lugar el celebérrimo "maracanazo" del 16 de julio de ese año, cuando el Uruguay de Máspoli, González, Tejera, Gambetta, Varela, Andrade, Ghighia, Miguez, Pérez, Schiaffino y Morán rompieron todas las ilusiones de un Brasil que, por vez primera, buscaba un cetro universal en su cuarta participación mundialista.
Ese templo mayor del futbol brasileño que, ampliado en la década de 1960 para batir la marca de 169 mil torcedores con boleto pagado en septiembre de 1969 en el juego eliminatorio para México 70 entre Brasil y Paraguay, ahora reducido en su cupo a la mitad, será testigo de la gran final del XX Campeonato del Mundo de Futbol, que concluirá el sábado 13 de julio de 2014.
Y al tiempo que se hacen las obras necesarias en estadios de clase mundial dignos de la máxima competencia balompédica universal con un costo aproximado de cinco mil 600 millones de dólares ?cifra que se asegura aumentará al menos en 500 millones más-, las ciudades sedes hacen grandes esfuerzos por lucir sus mejores atributos.
Para ello mejoran la seguridad, el transporte, las comunicaciones y, por supuesto, su capacidad turística en hoteles, restaurantes y servicios conexos.
La moda, explica Cassiano Vitorino, gerente internacional del hotel Copacabana Palace de Río de Janeiro, es que agencias de viajes extranjeras han optado por hospedar a sus clientes en cruceros que llegan a distintos puertos para, de ahí, trasladarlos en avión a las sedes, un día antes de cada juego.
A pesar de las dudas de los mandarines millonarios de la FIFA por los retrasos en las obras, en Brasil no hay marcha atrás: La cuenta regresiva inició mucho antes del 6 de diciembre, y los escenarios para bailar samba y hacer la guerra en calzones cortos entre 32 representativos del futbol de otras tantas naciones, está a seis breves meses de levantar el telón.