Buenos Aires.- La felicidad estalló en Argentina luego del cardiaco partido en que la selección pampera venció a Holanda por penales y que le permitió volver a una final de Copa del Mundo después de 24 años.
Cuando el arquero Sergio Romero atajó el segundo penal holandés, un grito masivo de alegría inundó las calles de Buenos Aires que habían permanecido en un silencio sepulcral durante más de dos horas.
“¡Llegamos, llegamos a la final!”, repetía una y otra vez un anciano que lloraba y abrazaba a todo aquel que se le ponía enfrente en la Plaza San Martín, uno de los puntos donde se reunieron los hinchas argentinos para ver el choque en una pantalla gigante.
La tensión sufrida, el miedo de un gol holandés y el trauma de no alcanzar nuevamente la ansiada final desaparecieron entre las miles de personas que estaban en la plaza y que acudieron en familia o en grupos de amigos.
Ver el partido y apoyar a la selección, era lo único que querían hacer millones de argentinos durante este miércoles que, por suerte, fue feriado ya que se celebra el 198 aniversario de la Independencia nacional.
Las calles del centro de Buenos Aires comenzaron a transformarse desde temprano en un desierto, pues la gente que salió a acompañar la fiesta patria volvía apurada a su cita futbolera.
Los restaurantes y bares estaban colmados de familias y grupos de amigos que iban a alentar al equipo de Lionel Messi, Sergio Agüero y otros 21 compañeros, entre los cuales el arquero Sergio Romero se erigió como el nuevo héroe albiceleste.
El nervio de un país se sentía en la atmósfera, pero en cuanto terminó el partido los automovilistas salieron a las calles a festejar haciendo sonar sus cláxones y a reunirse en el Obelisco, el emblemático monumento sede de las hinchadas.