México, 12 de enero de 2022.- La exdeportista mexicana compitió en Seúl 1988 y Barcelona 1992 como disciplina de exhibición y en ambas logró bronce; agradece inclusión en libro histórico de los Premios Nacionales del Deporte
La atleta pionera del taekwondo femenil, Mónica Torres Amarillas, agradeció a la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE), por la edición del libro Premios Nacional del Deporte 1975-2020, en el que hace su aparición en el año 1989, tras obtener la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos Seúl 1988 y la insignia de plata del Campeonato Mundial 1989.
“La verdad fue muy grato, fue una gran sorpresa y pienso que esto abona mucho a algo que muchos hemos comentado, dejar cosas que fomenten la cultura del deporte, la gente no sabe en México, cuántos premios del deporte hay, ni quiénes son o qué han hecho, entonces creo que este libro será un referente, porque los Premios Nacionales del Deporte no necesariamente son los medallistas olímpicos, que son los más conocidos socialmente, sino son personas que han hecho un trabajo desde Juegos Centroamericanos o nacionales, quienes han competido en otros niveles y que también es importante el reconocimiento”.
La egresada de la licenciatura y el doctorado en Derecho, por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), conquistó sendas medallas de bronce en los Juegos Olímpicos Seúl 1988 y Barcelona 1992, además de ganar dos preseas en Campeonatos Mundiales, luego de iniciar en su adolescencia a practicar este deporte, a escondidas de su padre, motivada por las películas de Bruce Lee, que vio en su infancia, en las que el asiático mostraba “un pateo muy innovador”.
“Recibí el Premio en el año de 1989, a mí me tocó ser pionera en el taekwondo, una disciplina que, en aquel entonces, casi en un 90 por ciento era practicada por hombres, no había campeonatos para mujeres, a veces ni siquiera a nivel nacional. En ese entonces era, más que un deporte, un arte marcial, era una competencia muy dura, pero fuimos empujando en los torneos desde cero, hasta que un día, en 1986 se hizo una primera selección nacional”, rememoró la primera mujer mexicana en ganar una medalla de taekwondo en Juegos Olímpicos.
“El siguiente año se anuncia que será el primer Campeonato Mundial Femenil de Taekwondo en Barcelona, se realiza el primer selectivo femenil en 1987, pero no hubo presupuesto para enviarnos al evento, sin embargo, la comunidad del taekwondo de la UNAM, mi familia y conocidos me apoyaron y llegué al Mundial, en donde gané el segundo lugar en la categoría Fin, que era menos de 43 kilogramos. Antes de ir, recuerdo que nos decían, ‘ustedes nunca le van a ganar a una asiática o una europea’”.
En ese Mundial, Mónica Torres recibió la noticia de que el taekwondo estaría contemplado para los Juegos Olímpicos Seúl 1988, como deporte de exhibición, en donde luego de concentraciones y entrenamientos de siete horas diarias y superar de nuevo la falta de apoyos, logró conquistar la primera medalla femenil para México en esta disciplina.
A su regreso de Seúl le tocó competir en el primer Campeonato Femenil Panamericano en Perú, donde conquistó la presea de oro y en 1989 asistió con el apoyo de la recién creada CONADE, al segundo Campeonato Mundial Femenil, donde ganó la medalla de plata, tras lo cual la UNAM la postuló para el Premio Nacional de Deportes, galardón que ganó, para convertirse en la primera exponente de la disciplina (hombre o mujer) en conseguir el máximo reconocimiento nacional a un deportista.
“El primer Premio Nacional del Deporte de taekwondo se lo dieron a una mujer, en una disciplina practicada mayoritariamente por hombres, gracias a los resultados que yo había obtenido; después pasaron casi siete u ocho años para que alguien de taekwondo pudiera ganar esta distinción de nuevo”, destacó con orgullo Torres Amarillas.
Respecto a los logros que hay en el taekwondo femenil mexicano actualmente, la doctora en Derecho señaló que le emocionan y se siente parte de su historia.
“He platicado con María Espinoza (triple medallista olímpica) y le digo que las veo con tanto afecto, porque a mí me costó mucho trabajo, pero ahora veo que ese trabajo tuvo frutos sociales, por ejemplo, después de mi medalla en 1988 y mi Premio Nacional en 1989, los gimnasios se llenaron de mujeres y ahorita que ellas ganen, tengan reconocimientos y tengan lo necesario para ir a sus competencias me parece maravilloso”, dijo.
“Creo que, con mi lucha, con el ejemplo y con mis logros le abrí el paso a las jóvenes y a las niñas, esa es mi mayor aportación social. Las medallas son padrísimas, el PND es algo que llevo en el corazón porque es el máximo galardón que me da mi país, pero el haber abierto brechas para las niñas y mujeres no lo cambio por nada”, puntualizó la originaria de Ciudad de México, quien recientemente cumplió 56 años.