México y la vergüenza de apoyar a sus atletas nada más cuando ya ganaron, y no cuando lo necesitan

México, 11 de julio 2023—México firmó una participación histórica en los Juegos Centroamericanos y del

Caribe San Salvador 2023. En total, fueron 353 medallas las que consiguió la delegación tricolor: 145 de oro, 108 de plata y 100 de bronce. Durante poco más de dos semanas el país estuvo atento del desempeño de atletas que demostraron estar entre lo más selecto de la región. No es fácil, aunque Ana Gabriela Guevara haya dicho que en esta cita hay muchos deportes "de relleno" —se olvidó por completo de la preparación, tiempo y exigencia que una disciplina deportiva requiere—.

 Y no sólo fueron las medallas. También hubo capítulos que pasarán a la historia porque su lección va más allá de lo meramente deportivo. Fue el caso del tirador mexicano Fidencio González, que no aceptó el absurdo reglamento que limita las medallas por nacionalidad, y cedió el bronce a su colega cubano Leuris Pupo. La fiesta fue rotunda para México. A pesar de todas las complicaciones que antecedieron a sus presentaciones, porque el deporte en el país no es prioridad ni para quienes están encargados de él.

Ahí estuvo Nuria Diosdado ganándolo todo, como en el Mundial de Egipto, aunque durante varios meses se la retiró su beca —y no se le devolvió por buena voluntad de la CONADE, sino por orden de un juez federal—. También Diego Balleza brilló con luz propia, aunque desde enero no tenga apoyo económico y haya incursionado en OnlyFans para obtener los ingresos necesarios para su entrenamiento y su vida diaria. Y Paola Longoria, a quien CONADE acusa de deudora, que arrasó con el raquetbol, como es costumbre.

Ahora que el éxito quedó claro, el dinero sí existe. Siempre es así: el apoyo llega cuando se ha ganado. No antes, no cuando más lo necesitan. El gobierno de México, según anunció el presidente López Obrador, dará premios a los atletas que obtuvieron un podio en San Salvador. Serán 50 mil pesos para quien ganó oro, 30 mil para quien ganó plata, y 15 mil para el bronce. Estos premios se suman a los que Fundación Telmex ofreció: 50 mil pesos para los atletas que consiguieran una medalla de oro a nivel individual y 25 mil para aquellos que ganaran un oro en competencias de equipos. Es decir, que un atleta podría llegar a sumar 100 mil pesos de estímulo (siempre recordando que Fundación Telmex pertenece a la iniciativa privada, es decir, su apoyo no es obligatorio, como debería serlo el del gobierno).

El estímulo no está de más. Nunca lo está. Los deportistas tienen necesidades que deben cubrir. Pero sería mucho mejor que el apoyo existiera en todo momento. No sólo cuando ganan. Es cierto que el propio López Obrador dijo que habría un estímulo para todos los mexicanos asistentes a los Centroamericanos, pero si el premio más bajo para una medalla (bronce) es de 15 mil pesos, ya se puede inferir que el dinero para quien no ganó medalla será más bajo todavía —y con menos de 15 mil pesos, en una sola exhibición, ningún atleta puede garantizarse la mejor preparación ni cubrir los gastos básicos de una vida normal—.

Por ejemplo, Balleza recibía una beca mensual de 30 mil pesos. Ese ingreso era constante y seguro. No lo perdió por su culpa. Lo perdió porque, como todos sus colegas nadadores, está a la deriva en una reyerta federativa en donde los menos culpables son ellos, los atletas. Esa es la tendencia del deporte mexicano: atletas brillantes que consiguen resultados por sus esfuerzos propios y únicamente obtienen reconocimiento cuando ganan. Y ni siquiera eso en ocasiones. El equipo de nado sincronizado irá al Mundial de Fukuoka gracias, nuevamente, a la Fundación Telmex y a World Aquatics, no a la CONADE.

O reconocimiento oficial, mejor dicho. Porque es un hecho que la afición cada vez les valora más, por su talento, por sus ganas de superación y porque saben sobreponerse a las adversidades. No se rinden aunque no haya dinero, no se desaniman por comentarios desleales como el de Ana Gabriela —ni por sus amenazas, como fue en el caso de los atletas acuáticos—. No hay deportes de relleno. Detrás de cada deportista hay sueños. Horas extenuantes de trabajo y esfuerzo. Y eso no se paga con un estímulo, con un diploma y ya.

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