EEUU, 13 de diciembre 2023--Rafael Divino Espinoza había visto lo que pasaría en el Charles F. Dodge City Center.
Sabía que iba a ganarle a Robeisy Ramírez en su combate por el campeonato mundial OMB de peso pluma. Su certidumbre podía más que los pronósticos, que las apuestas mismas: si alguien apostaba mil pesos por su victoria, se llevaba 15 mil. Pero no gozaba de la confianza popular. Ni de los analistas. Nadie pensaba que fuera a ganar.
¿Y cómo? Si lo llevaron como carne de cañón, para que Ramírez su luciera, para que confirmara por qué es el futuro del boxeo. Campeón olímpico en Río 2016, el superdotado Tren Ramírez ya había pensado en rutas futuras. Había llamado a pelear a otros nombres, como el también mexicano Luis Venado López. Lo quería todo y ahora no tiene nada. Por confiarse, por creer que podía ganar sin subir al ring. Las facturas confianzudas se pagan muy caras en el boxeo.
Siempre llega el momento de presentarse ante el tribunal boxístico que no perdona a nadie. Eso puede llevar muchos años, en algunos casos. O unos minutos, en el caso de Ramírez. Faltaban diez segundos en el reloj para que el quinto round se terminara. La pelea pareció desvanecerse con un derechazo de Ramírez. El Divino se cayó primero y se tambaleó después de levantado. Era el fin. Batalló para mantenerse en pie y la campana obró en su favor. El campeón no tuvo tiempo de finiquitar el nocaut.
Pero, eso sí, aprovechó para jugar mentalmente con Espinoza. Se rió de él en la cara. Esa sonrisa de quien se sabe vencedor. No pasó mucho tiempo para que se ese gesto socarrón se esfumara. No hubo que esperar a la decisión final, porque el tapatío fue a buscar con todo el campeonato. Fue el ahora o nunca de Espinoza. El momento que soñó tantas noches, el momento que había pronosticado antes de la pelea. Si él creía en sí mismo, las apuestas podían irse al cesto de basura.
La pelea fue un drama total. A Ramírez, sorprendido por la enjundia y efectividad del retador, no le quedó remedio que apelar al orgullo de campeón. Entró al intercambio pleno de golpes y dejó para otro día su estilo técnico y elusivo. No le fue bien: Espinoza desquitó la caída que sufrió y llevó a la lona al cubano en el último round, con trece segundos en el cronómetro. Fue por todo, por el nocaut. No le alcanzó el tiempo, pero las cartas estaban echadas. Su destino se cumplió. Con tarjetas de 115-111, 114-112 y 113-113 se llevó la pelea por decisión mayoritaria.
Un milagro. Lo inesperado. Para todos, menos para él, porque así lo había escrito el Divino Espinoza en una carta dedicada para él mismo. "Hoy 9 de diciembre soy campeón mundial de la OMB, con un espectacular triunfo inesperado para todos, menos para mí". Su palabra fue protética. Lo supo siempre. En entrevista con un Round Más, Espinoza usó como ejemplo la victoria de Marco Barrera contra Naseem Hamed en 2001, otra histórica sorpresa en el boxeo mexicano.
"Me pongo a ver tu pelea y siento emoción. Eso va a pasar conmigo. Va a ser mi noche. No lo digo con arrogancia, sino con fe", le dijo Espinoza al multicampeón mexicano Barrera. Lo hizo al pie de la letra. Fue su noche y ahora el panorama es tan infinito como él lo quiera. Puede haber revancha con Ramírez. Puede retar a los otros campeones de la división, también mexicanos, Rey Vargas y Venado López. Ahora él pone las reglas. Se ganó el derecho con una pelea de escándalo y una victoria que sólo él creía posible.