Esto durante un diálogo que sostuvo en el Aula Nueva del Sínodo del Vaticano con exponentes de diversas organizaciones sociales, entre los cuales destacan los Sin Tierra de Brasil, los cartoneros de Argentina o los pueblos originarios de México.
“Tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista”, afirmó al constatar que “no se entiende que el amor a los pobres está al centro del evangelio”.
“Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia (católica)”, añadió.
Mientras el pontífice pronunciaba estas palabras, en primera fila se encontraba el presidente de Bolivia, Evo Morales, quien participó como representante de grupos indígenas en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, que comenzó la víspera y concluirá el miércoles.
El Papa aseguró que esa reunión “es un gran signo” porque los asistentes accedieron a poner ante Dios, la Iglesia y los pueblos una realidad muchas veces silenciada. “¡Los pobres no sólo padecen la injusticia, sino que también luchan contra ella!”, exclamó.
“No se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas. Tampoco están esperando de brazos cruzados la ayuda de ONG, planes asistenciales o soluciones que nunca llegan (...) Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas”, añadió.
Aseguró que la solidaridad es una palabra que no cae bien en la actualidad y, en ocasiones, ha sido transformada en una mala palabra, aunque –en realidad- se trata un concepto que significa mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos.
Estableció que “Jesús les diría hipócritas” a quienes abordan “el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilice y convierta a los pobres en seres domesticados e inofensivos”.
Para Jorge Mario Bergoglio, es triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se busca reducir al otro a la pasividad, se lo niega o, peor, “se esconden negocios y ambiciones personales”.
En contraparte, el Papa sostuvo que “es lindo” ver a los pueblos en movimiento, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes; entonces “sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor”.
“Este encuentro nuestro no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades, tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha!”, advirtió.
Abundó: “Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque su grito incomoda, tal vez porque se tiene miedo al cambio que ustedes reclaman”.
Francisco arremetió además contra la especulación financiera que condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía y condena a millones a padecer y morir de hambre, mientras toneladas de alimentos se desechan.
“El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Por favor, sigan con la lucha por la dignidad de la familia rural, por el agua, por la vida y para que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra”, clamó.
También se refirió a miles de familias que carecen de vivienda mientras las ciudades ofrecen “innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz”.
Criticó la “desconfianza enfermiza” de las ciudades que no conectan, no favorecen el reconocimiento del otro. Llamó a seguir trabajando porque todos tengan vivienda y en los barrios exista una infraestructura adecuada.
“No existe peor pobreza material que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo”, sostuvo al señalar que, cuando impera la “cultura del descarte”, la persona es desplazada por el “dios dinero”.
Insistió que todo trabajador, esté o no dentro del sistema formal, tiene derecho a una remuneración digna, a la seguridad social y a una cobertura jubilatoria.
Utilizó duras palabras contra “las economías que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero”, fabricando armas y que ignoran a los niños hambrientos en los campos de refugiados, a los desplazados forzosos, a las vidas cegadas.
Por eso aseguró que “se levanta en todas partes de la tierra”, en cada corazón y en los movimientos populares, el grito de paz: “¡Nunca más la guerra!”.
“Digamos juntos desde el corazón ¡Ninguna familia sin vivienda! ¡Ningún campesino sin tierra! ¡Ningún trabajador sin derechos! ¡Ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo!”, exhortó, alentando a que “sigan con su lucha” porque “nos hace bien a todos”.