Así recogió este miércoles la Declaración de Roma, aprobada en esta capital por 170 países participantes en la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición.
De acuerdo con el texto de la cita inaugurada ayer y que se prolongará hasta el viernes, existe profunda procuración por el hecho de que pese a los significativos logros alcanzados por muchos países en la erradicación del hambre, de 2012 a 2014 el número de afectados por ese flagelo continuaba en niveles elevados.
El documento advirtió que la desnutrición constituye la primera causa de muerte entre niños menores de cinco años, pues durante 2013 ese mal provocó un 45% de los decesos registrados a esas edades.
Al mismo tiempo, aunque la malnutrición crónica medida por el retraso del crecimiento ha disminuido, el pasado año todavía golpeaba a 161 millones de niños, mientras que otros 51 millones presentaban malnutrición aguda.
Según la declaración, más de dos mil millones de personas sufren carencias de micronutrientes, sobre todo vitamina A, yodo, hierro y zinc.
Otro problema, agregó el texto, radica en que en 2013 se registraron 42 millones de niños con menos de cinco años aquejados por el sobrepeso, mientras que en 2010, más de 500 millones de adultos tenían obesidad.
Los asistentes a la cita también reconocieron que, si bien los riesgos alimenticios inciden en todos los grupos socioeconómicos, existen fuertes desigualdades, tanto entre países como dentro de una misma nación.
“Reconocemos que las situaciones bélicas y postbélicas, las emergencias humanitarias, las crisis prolongadas, incluidas las sequías, inundaciones, desertificación y pandemias, comprometen la seguridad alimenticia y la nutrición”, señalaron.
El documento advirtió, asimismo, la necesidad de hacer frente a los efectos del cambio climático y otros factores ambientales que inciden en la cantidad, calidad y diversidad de los alimentos producidos.
“Somos conscientes de que la malnutrición afecta el bienestar de las personas al repercutir negativamente en su desarrollo físico y cognitivo, comprometer el sistema inmunológico, aumentar la susceptibilidad a enfermedades, limitar la realización del potencial humano y reducir la productividad”, agregó.
Pero además, reconoció la declaración, supone una pesada carga en forma de consecuencias sociales y económicas negativas para los seres humanos, las familias, las comunidades y los Estados.