purpurados, que sorprendió por su composición heterogénea y por haber marginado a históricas “sedes cardenalicias” cuyos obispos eran dados como ciertos cardenales en la vigilia.
“Como ha sido anunciado el próximo 14 de febrero, tendré la alegría de tener un consistorio con nuevos cardenales que manifiestan la indivisible relación entre la Iglesia de Roma y las Iglesias particulares de todo el mundo”, dijo el pontífice.
Entonces comenzó a leer la lista que incluyó 15 cardenales “electores”, es decir, menos de 80 años y que por esta razón podrían ingresar a un Cónclave para elegir a un futuro Papa. El resto son personajes reconocidos con el birrete colorado por su servicio a la Iglesia.
Los nuevos “príncipes de la Iglesia” provienen de Portugal, Etiopía, Nueva Zelanda, Italia, Vietnam, Myanmar, Tailandia, España, Cabo Verde y la Isla de Tonga.
Entre los “electores” se incluyó a tres latinoamericanos. Además de Suárez Inda, el obispo de David, en Panamá, José Luis Lacunza Maestrojuán y Daniel Fernando Sturla Berhouet, arzobispo de Montevideo (Uruguay).
Mientras que al grupo de los mayores de 80 años de edad el pontífice incluyó al arzobispo argentino emérito de Tucumán, Luis Héctor Villalba.
El anuncio de la lista sorprendió por varios motivos, el primero de ellos es que consideró apenas un solo integrante de la Curia Romana, al prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, Dominique Mamberti.
Al mismo tiempo, la mayoría de los restantes purpurados proceden de diócesis del mundo, son pastores muchos de los cuales no dirigen las comunidades de fieles más tradicionales o más importantes.
Con este gesto, Francisco reforzó su voluntad de ampliar la representatividad dentro de la Iglesia, privilegiando un modelo cercano a la gente y que no se atenga a los rígidos protocolos o a las reglas no escritas.
En esta lista de cardenales el Papa demostró nuevamente que no considera ya las llamadas “sedes cardenalicias”, es decir, la existencia de diócesis a cuyos titulares –por tradición o importancia- se les asignaba el capelo colorado.
México tiene uno de estos casos: La arquidiócesis de Monterrey era cardenalicia y en el pontificado de Benedicto XVI su pastor, el arzobispo José Francisco Robles Ortega, recibió esa dignidad. Actualmente es guiada por Rogelio Cabrera López, quien no es purpurado.
Francisco ha tenido dos ocasiones de dar el cardenalato al arzobispo regiomontano pero no lo hizo y en esta oportunidad optó por Suárez Inda, cuya diócesis de Morelia nunca antes había tenido un “príncipe de la Iglesia” como responsable.