En la homilía, que pronunció ante miles de fieles en la Basílica de San Pedro, Francisco puso en guardia a los nuevos sacerdotes ante las amenazas de su labor y les pidió ser auténticos, evitar las homilías aburridas y las celebraciones apuradas.
“Vuestras homilías no sean aburridas, que lleguen al corazón de la gente porque salen de vuestro corazón, porque lo que ustedes les dicen a ellos es lo que ustedes tienen en vuestro corazón”, recomendó.
“El ejemplo edifica, las palabras sin ejemplo son palabras vacías sin ideas, no llegan jamás al corazón, es más pueden hacer mal, muy mal”, dijo el Papa durante su mensaje en la celebración.
Ante los seminaristas de la diócesis de Roma, algunos de los cuales proceden de otros países como Perú o India, el líder católico pidió que cuando celebren la misa se den cuenta de lo que están haciendo. “¡No lo hagan a las apuradas!”, insistió.
Les llamó a no negar jamás el bautismo a quien lo pida y confesar con extrema misericordia, porque Dios no se cansa de ser misericordioso. “En el confesionario ustedes están para perdonar, ¡no para condenar! Imiten al padre que jamás se cansa de perdonar”, precisó.
Tras la celebración, en el mediodía romano, el líder católico se asomó a la ventana de su estudio privado en el Palacio Apostólico del Vaticano y dirigió su bendición con el “Regina Coeli” (Reina del Cielo) ante una multitud en la Plaza de San Pedro.
Estableció que quienes tienen puestos de poder en la Iglesia, sean estos sacerdotes, obispos y papas, están llamados a tener la mentalidad de siervos y no “de mánager”.
Dijo que el mal pastor piensa en sí mismo y explota a las ovejas, mientras el pastor bueno piensa en las ovejas y no en sí mismo.
“A diferencia del mercenario, Cristo pastor es una guía premurosa que participa a la vida de su grey, no busca otro interés, no tiene otra ambición que la de guiar, nutrir y proteger a sus ovejas”, apuntó.
Por sorpresa, antes de concluir su oración, el Papa llamó a dos de los nuevos sacerdotes que había ordenado anteriormente y los invitó a asomarse con él a la ventana para, juntos los tres, impartir la bendición a los presentes.