Además de la favorita, Hillary Clinton, el escenario será ocupado por el senador Bernie Sanders, considerado la gran sorpresa demócrata de esta campaña; Lincoln Chaffe, gobernador de Rhode Island; Martin O’Malley, gobernador de Maryland, y Jim Webb, también senador.
Este cuadro difiere radicalmente del presentado en el último debate de los aspirantes por el Partido Republicano, cuyos 15 precandidatos tuvieron que ser divididos en dos grupos (uno de 11 y otro de 4) de acuerdo con los números de los sondeos de opinión.
La gran incógnita del debate del martes, sin embargo, será el vicepresidente Joe Biden, aún quiere que le prestes pinturas a tu hija 0no ha confirmado si lanzará su candidatura y, por lo tanto, no está invitado al debate, pero que aun así figura en los sondeos de opinión con alrededor del 16% de los apoyos (aunque en algunos estados supera el 20%).
Los principales institutos de sondeos inclusive ya han adaptado sus cuestionarios a un escenario “con Joe Biden” y otro sin la presencia del carismático vicepresidente.
Aunque Biden aún no ha formalizado su precandidatura presidencial, la cadena de televisión CNN, que transmitirá el debate, reveló que tendrá listo un sexto atril para ser instalado en el escenario en caso de que el vicepresidente decida lanzarse al ruedo a último minuto.
Favorita puesta a prueba
Bombardeada de forma incesante por los republicanos y no pocos demócratas por su desempeño como secretaria de Estado y el uso de una cuenta de correo electrónico privada en esa función, Clinton será sin dudas puesta a prueba por sus copartidarios.
En especial, Clinton queda bajo fuego generalizado por su gestión política luego de los ataques a la sede consular estadounidense en Bengazi, Libia, en 2012, y por haber utilizado un servidor personal de correo electrónico cuando era Secretaria de Estado, en lugar de usar el correo oficial, sujeto a escrutinio legislativo.
Sanders, un veterano político con 25 años de experiencia en las dos cámaras del Congreso, adelantó que no pretende utilizar el debate para atacar a Clinton. El último sondeo de CBS indica que Clinton tiene el 46% de intención de voto, al tiempo que Sanders aparece con 27%.
No obstante, Sanders adelantó que pretende cuestionar los cambios de opinión de Clinton en temas económicos. “La gente tendrá que contrastar mi coherencia y mi dedicación a enfrentarme a Wall Street y las corporaciones, con la secretaria”, dijo el domingo en una entrevista con la red de televisión NBC.
Además, pretende recordarle a Clinton que ella, cuando era senadora, votó en 2002 a favor de la intervención estadounidense en Irak, a la que él se opuso.
Con un discurso claramente de izquierda y una fuente de recursos marcadamente inferior a la de Clinton, Sanders (quien se define como un “socialista democrático”) es sin embargo la gran sorpresa de la campaña demócrata para 2016.
Para Chaffe, O’Malley y Webb, sin embargo, el debate representa la gran oportunidad de contraponer sus propuestas a las de Clinton y Sanders e intentar crecer en los sondeos, ya que aún exhiben índices de popularidad de un dígito.
Puja sin golpes bajos
Clinton y Sanders han protagonizado hasta ahora apenas algunos civilizados cruces de opinión centrados fundamentalmente en cuestiones económicas, pero los dos coincidieron en marcar distancia del presidente Barack Obama, en especial en temas de comercio internacional.
Ambos, por ejemplo, han criticado el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, en inglés), recientemente lanzado por Obama con bombos y platillos, pero que consideran tendrá un impacto en los trabajadores estadounidenses.
Tanto Clinton como Sanders también han criticado la timidez de Obama en el tratamiento de la cuestión migratoria, en especial el elevado número de deportaciones.
El debate se realizará en un hotel de Las Vegas, en el estado de Nevada, donde el 58% de los electores demócratas aún se declara indeciso entre los aspirantes en disputa.
Los dos principales partidos políticos realizarán sus convenciones en julio del próximo año para escoger a sus candidatos presidenciales, quienes protagonizarán un primer debate en septiembre, dos meses antes de las elecciones previstas para el 8 de noviembre.