La emergencia del grupo del Estado Islámico ha reforzado los vínculos entre terrorismo y delincuencia, subraya este informe del Centro de estudios de la radicalización y la violencia política (ICSR) del King's College de Londres.
Las organizaciones extremistas, prosigue, han desviado su interés de las escuelas religiosas a los "guetos" europeos, donde pueden encontrar candidatos aguerridos con un pasado criminal.
En particular, las cárceles ofrecen una cantera de "jóvenes airados" que están listos para la acción. "Observamos que se producen radicalizaciones cada vez más rápidas en prisión. Haber sido encarcelado por delitos violentos facilita el paso al extremismo violento", explicó Peter Neumann, director del ICSR y coautor del informe. La familiaridad de ciertos detenidos con las armas y los circuitos ocultos de financiación alimentan esta tendencia, según el estudio.
Para elaborar el informe, el ICSR analizó los perfiles de 79 yihadistas europeos que partieron al extranjero a combatir o participaron en atentados en Europa. Eran originarios de Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Holanda y Gran Bretaña.
Se estima que 5 mil europeos occidentales se sumaron, en los últimos 5 años, a organizaciones yihadistas como el Frente Al Nusra, o el Estado Islámico, para combatir en Irak y Siria.
De las personas estudiadas por el ICSR, 57 por ciento pasaron tiempo en la cárcel antes de su conversión al yihadismo y, de éstas, el 27 por ciento experimentaron la radicalización en la cárcel.
Algunos vieron en ello la oportunidad de una "redención", según el estudio. Se cita el caso de Alí Almanasfi, un londinense de origen sirio, que dijo: "Quiero hacer algo bueno por una vez, algo puro".
"El Estado Islámico representa la brutalidad, la fuerza y el poder que buscan estos jóvenes, a menudo antiguos integrantes de pandillas", afirmó Peter Neumann. "A grandes rasgos, les dice: 'Podéis seguir haciendo lo que habéis hecho hasta ahora. Pero esta vez, iréis al paraíso".