Poco antes de las 16:00 horas locales, Francisco llegó hasta el panteón Flaminio y antes de celebrar una misa al aire libre recorrió algunas de las tumbas del lugar, donde depositó un ramo de rosas amarillas.
Después se dirigió a una plazoleta ubicada junto al osario, donde celebró la misa. En su homilía aseguró que la conmemoración de los difuntos tiene un doble sentido: la tristeza por los seres queridos que ya no están, pero la esperanza por la futura resurrección.
Reconoció que el cementerio es triste, porque recuerda a los familiares y amigos que se fueron, el futuro encuentro con la muerte, pero en esa tristeza se llevan flores como un signo de esperanza por la memoria de los seres queridos ante sus restos.
Esa esperanza, añadió, ayuda a los vivos a transitar el camino hacia un destino seguro, no sólo por la muerte sino también hacia “la puerta que Jesús mismo abrió”.
“Todos nosotros haremos este camino. Antes o después, pero todos. Con dolor, más o menos dolor, pero todos, con la flor de la esperanza, con ese hilo fuerte que está anclado al más allá y que no desilusiona, la esperanza de la resurrección”, sostuvo.
“Volvamos a casa hoy con esta doble memoria: del pasado, de nuestros seres queridos que se fueron, y la memoria del futuro, del camino que nosotros andaremos con la certeza, la seguridad que sale de los labios de Jesús: yo los resucitaré en el último día”, agregó.
Es la primera vez que el Papa transcurre la fiesta de los fieles difuntos en el cementerio de Prima Porta, ya que los primeros tres años de su pontificado acudió este día al cementerio monumental del Verano, el más grande de la ciudad.