La Fiesta de la Cerveza, que arrancó el pasado 16 de septiembre, se celebró en medio de un fuerte despliegue de seguridad y con novedades tecnológicas, como aplicaciones para teléfonos inteligentes que permiten pagar las cervezas a golpe de dedo y buscar lugares libres en las abarrotadas carpas del recinto.
Hasta el próximo martes, se espera que unos seis millones de personas de todos los rincones del planeta habrán acudido al Theresenwiese (Prado de Teresa), conocido también como Wiesn.
El Prado de Teresa, es un área de unos 350 mil metros cuadrados que se llena de carpas donde se bebe ingentes cantidades de cerveza y se come las tradicionales salchichas alemanas.
Este año la Oktoberfest, que parece no la acompañó el buen tiempo (se esperan lluvias y bajas temperaturas), que si bien es una fiesta donde la diversión es la prioridad, en la mente de los alemanes siguen muy presentes los atentados del último año, el más grave en diciembre, cuando 12 personas murieron en un atropellamiento masivo en un mercado de navidad de Berlín.
Por eso este año los controles de seguridad, ya reforzados, incluyen una estricta revisión de los camiones que suministran cerveza al recinto, así como la colocación de jardineras para evitar su paso a los lugares donde se ubica la gente, después de que los atropellamientos con vehículos se han convertido en un frecuente modus operandi del grupo terrorista Estado Islámico (EI).
Desde que uno de estos ataques ocurriera en la localidad francesa de Niza en julio de 2016 y se repitiera en Berlín, está aún muy reciente el atropellamiento similar perpetrado en el paseo turístico de la Rambla de Barcelona, España, el pasado 17 de agosto.
Otras medidas de seguridad incluyen la revisión exhaustiva de bolsos al entrar al recinto, que estará cerrado con una valla.
No se puede acceder con mochilas o bolsos de gran tamaño y un sistema de videovigilancia permanente reforzará la seguridad, ante la amenaza no sólo de atentados, sino de otros delitos como robos o abusos sexuales que en el pasado ocurrieron en el festejo de este y otros festivales.
Además, los policías llevan cámaras consigo y un sistema de altavoces se activan para dar la voz de alarma ante aglomeraciones demasiado grandes, para guiar mejor a los asistentes.
Todo ello para que muniqueses y llegados de fuera puedan disfrutar durante 18 días de esta tradicional fiesta que celebra su 184 edición y que tiene su origen en un matrimonio real, el de Luis I de Baviera con la princesa Teresa de Sajonia-Altenburgo en 1810.
Tal boda fue convertida por los agricultores de la zona en una fiesta popular y que hoy por hoy es el mayor símbolo de Baviera y uno de los principales de Alemania.
De aquella época proceden los trajes regionales que visten los asistentes, los tradicionales “lederhosen” (pantalones de cuero y tirantes) para los hombres y “Dirndl” (falda y corpiño que resalta el pecho) para las mujeres, que este año pueden acompañarse de un calzado diseñado especialmente para la ocasión.
La firma Adidas ha diseñado el modelo “Múnich” que combina con el traje regional pero lo más importante, recubiertos de una sustancia que repele líquidos para evitar que se estropeen al caer cerveza u otro tipo de sustancia. En la parte lateral del calzado se lee la palabra “Prost” con que se acompaña el brindis en Alemania, siempre mirando a los ojos del interlocutor.
Los asistentes pagaron un poquito más por una jarra de cerveza de litro (Mass), en concreto 10.70 euros, 0.25 centavos más que el año pasado, pese al deseo del gestor del Wiesn, Josef Schmid, de congelar el precio en los próximos tres años.