Proyectos financiados por México y ejecutados por FAO modifican pobreza

un alimento nutritivo para la población y generan ingresos a familias indígenas que viven en extrema pobreza.

Allí se llevan a cabo proyectos de producción de tilapia, de conejos, de semillas certificadas, cultivo de hortalizas, elaboración de artículos con fibra de maguey, entre otros.

En el Corredor Seco, oriente de Guatemala, donde se vive en la pobreza y con la amenaza del hambre, campesinos de la región Chortí han cambiado su vida gracias a los proyectos productivos financiados por la cooperación mexicana.

“Para nosotros ha sido de mucho beneficio la cría de tilapia”, dijo a Notimex Elsa Marina Pérez, de la junta directiva de la Asociación ChortíFresca, a cargo de un estanque en el municipio de San Juan Ermita, una tierra en la cual las cosechas de subsistencia se dan con gran dificultad por la escasez de lluvia.

La mujer de mediana edad, de rostro adusto, asegura que la piscicultura “es una experiencia nueva” en la región, pero “provechosa” y que ha cambiado la vida de las mujeres y de muchas familias de la región.

La dirigente de la organización Grupo Raíces Ancestrales, Rosalbina Alonzo, coincide en que las mujeres son protagonistas de los proyectos al jugar un rol de emprendedoras y de proveedoras de sus hogares. En ese sentido la cooperación internacional “nos ha cambiado la vida”, dice a Notimex.

“Es una actividad productiva para la mujer, usted sabe que si no tenemos grado --escuela- no tenemos empleo. Entonces esto (trabajar la fibra de maguey) nos genera dinero para el hogar y para el sustento diario de nuestros hijos”, enfatiza.

En el Grupo laboran 38 tejedoras y 18 hiladoras que recibieron capacitación de la FAO y de un diseñador mexicano para trabar bolsas de dama y otros artículos con fibras de maguey y tintes naturales, “muy durables y que no afectan a la tierra ya que hasta sirven como abono”.

“El maguey se daba mucho en la región –lamenta-, pero hoy ya no se siembra como antes pues la juventud ya no quiere hacer bolsas. Nosotras intentamos rescatarlo y seguir con esta tradición de nuestros antepasados”.

Darío Guerra, acuicultor, indica que funcionan 30 estanques dedicados a la producción de tilapia en comunidades de San Juan Ermita, Jocotán y Camotán, municipios de Chiquimula, cuya cabecera departamental se ubica a 230 kilómetros de la capital de Guatemala.

Destaca que se encuentran en la parte final de una segunda cosecha y que esperan superar los resultados de la primera, cuando se lograron cinco mil libras (unos dos mil 270 kilogramos) de tilapia.

Los productores venden sin intermediarios el pescado en los mercados locales y además surten a escuelas públicas de la zona, como la de la aldea Los Vados, Jocotán, donde los niños, que sufren desnutrición –como se comprueba por las manchas en el rostro y su baja talla-, degustan caldos y otros guisados a base de tilapia.

Los maestros de las escuelas rurales coinciden en que se busca evitar que las familias consuman refrescos y alimentos chatarra, de por si de precios elevados para la zona, y que accedan a alimentos sanos, con alto valor nutritivo, como la tilapia y la carne de conejo.

La cría, reproducción y engorde de conejo es otro de los proyectos que se impulsan con la cooperación internacional mexicana en los municipios de Chiquimula afectados por la sequía y en riesgo por la inseguridad alimentaria.

“La cunicultura no significa producir conejos para tenerlos de mascota. En nuestra región no hay una cultura de comer conejo y con estos proyectos se difunde la importancia del consumo por su alto valor nutritivo”, manifiesta una de las profesoras del “Centro Educativo Fe y Alegría” de Jocotán, responsable del proyecto.

El éxito del proyecto “se debe a que la población de la región no tiene oportunidad de consumir proteína animal, fuera de las gallinas, que se crían con más costo y con el riesgo de que mueran por enfermedad, lo que ocurre muy seguido”.

En cambio, la cría del conejo, adaptado a la región seca, es más económica y productiva”, dice a Notimex el profesor Marlon Sagastume, quien dirige un programa de reproducción y engorde de conejos en una escuela de Jocotán.

Agradeció a la cooperación del gobierno mexicano que “contribuye, con el financiamiento de proyectos novedosos, a la seguridad alimentaria” en las comunidades de Chiquimula, en el Corredor Seco, amenazadas por la sequía y el hambre.

Los proyectos en Chiquimula corresponden al programa Mesoamérica sin Hambre (MSH), un acuerdo de colaboración entre el gobierno de México y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Los programas de MSH, cuyo propósito es propiciar la seguridad alimentaria y nutricional e impulsar la agricultura familiar, cuentan con el financiamiento de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid).

La cooperación de Amexcid asciende a 15 millones de dólares en el período 2015-2019 para los programas de MSH, cuyas acciones se realizan en Belice, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana.

El oficial del programa MSH, el especialista mexicano Juan Mayén, dijo a Notimex que “los proyectos se adaptan a las necesidades de las comunidades en cada país” y que en el caso del Corredor Seco “se utiliza la infraestructura de la FAO para potencializar la cooperación mexicana y con socios estratégicos de Guatemala multiplicar los beneficios”.

Según el representante de la FAO en Guatemala, Diego Recalde, los grupos altamente vulnerables a la inseguridad alimentaria son la prioridad de los programas que ejecutan la institución con la contribución financiera de México.

El presidente de ChortíFresca, Santos Ávalos, en entrevista con Notimex, narró que dirige un proyecto de macrotúneles en la aldea Dos Quebradas, Camotán, en lo alto de la montaña, para cosechar hortalizas y que una cosecha da entre 40 y 50 cajas de tomate, y que también produce chile y maíz.

El campesino, de rostro curtido por el sol, sostiene que en el Corredor Seco “hay recursos naturales y mucha gente que quiere trabajar y solo necesitamos del apoyo del gobierno”, al tiempo que reconoció la cooperación financiera de México y de la capacitación y asistencia técnica de la FAO y del programa MSH.

Por la iniciativa MSH y con maquinaria adquirida con el financiamiento de Amexcid, se integró una red de producción de semilla certificada con cinco asociaciones campesinas en los cuatro departamentos del Corredor Seco, Chiquimula, Jalapa, Jutiapa y Zacapa.

La red pasó entonces de una producción de 300 quintales a diez mil quintales (un quintal es un saco de 46 kilogramos) de semillas, resistentes a las plagas y al clima seco y que han permitido “el acceso de campesinos pobres a semillas certificadas y de calidad”, indicó a Notimex el director de MSH para Guatemala, Baltazar Moscoso.

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