“resoluciones” para acabar con ese flagelo, aunque no reveló cuáles serán.
La tarde de este jueves, la sala de prensa del Vaticano difundió el texto de una carta que el Papa dirigió a los 34 prelados chilenos que se reunieron con él desde el 15 de mayo hasta la fecha, en cuatro sesiones de trabajo a puertas cerradas.
“Les quiero agradecer que hayan acogido la invitación para que, juntos, hiciéramos un discernimiento franco frente a los graves hechos que han dañado la comunión eclesial y debilitado el trabajo de la Iglesia de Chile en los últimos años”, escribió el Pontífice.
Agregó que a la luz de los “acontecimientos dolorosos” de abusos contra menores, de poder y de conciencia, profundizaron en la gravedad de los mismos así como en las “trágicas consecuencias” que han tenido particularmente para las víctimas.
“A algunas de ellas yo mismo les he pedido perdón de corazón, al cual ustedes se han unido en una sola voluntad y con el firme propósito de reparar los daños causados”, siguió.
Más adelante agradeció la “plena disponibilidad” que cada uno ha manifestado para “adherir y colaborar” en todos aquellos cambios y resoluciones que se deberán implementar en el corto, mediano y largo plazo, necesarias para restablecer la justicia y la comunión eclesial.
Precisó que después de estos días “de oración y reflexión”, ahora los envía a seguir construyendo una “Iglesia profética”, que sepa poner en el centro lo importante: el servicio a su señor en el hambriento, en el preso, en el migrante, en el abusado.
Se despidió pidiéndoles que no se olviden de rezar por él, además de desear que Jesús los bendiga y la Virgen santa los cuide.
Más allá de la carta, el Vaticano no dio a conocer la lista de medidas que aplicará el Papa, quien se reservó de actuar según su autoridad. Por lo pronto, en los ambientes vaticanos resuena fuerte la posibilidad de que varios obispos dejen sus cargos en breve.
Con estas reuniones y las medidas que prepara, Francisco pretende corregir años de minimización de la profunda crisis que padece la Iglesia chilena a causa de los abusos sexuales, sobre todo aquellos cometidos por el otrora poderosos sacerdote, Fernando Karadima.
Tan mal se atendieron las denuncias contra ese clérigo, hallado culpable por los tribunales vaticanos de abuso en 2011, que el mismo pontífice resultó engañado y defendió a uno de los históricos pupilos del sacerdote, el obispo de Osorno, Juan Barros.
Por más de tres años, el Papa rechazó los señalamientos de las víctimas que acusaban a Barros de haber sido cómplice y de encubrir los abusos, hasta que se dio cuenta de los graves errores en los cuales había incurrido en enero pasado, durante su visita apostólica al país sudamericano.
Posteriormente mandó a Santiago de Chile a dos enviados especiales que le entregaron un informe de más de dos mil páginas. Con esa información, en abril pasado escribió una carta en la cual pidió perdón públicamente por sus “graves errores” de valoración de la entidad del problema y reveló que nunca tuvo información veraz y objetiva.
En esa carta, el Papa anticipó que convocaría a todos los obispos chilenos a Roma para un debate franco y sin prejuicios, cosa que ocurrió en los pasados tres días en una sala del complejo Aula Pablo VI del Vaticano.