en la región, ante el carácter disruptivo de muchas de sus declaraciones de campaña y la gran incógnita de cómo gobernará realmente. Observadores lo califican de impredecible. Al margen de las felicitaciones de rigor que han hecho llegar los presidentes latinoamericanos al ganador de las elecciones argentinas, las primeras señales en el ámbito internacional dan que pensar.
De acuerdo con la agencia EFE, el expresidente brasileño, Jair Bolsonaro, acudirá a la toma de posesión de Milei el 10 de diciembre, tras haber recibido una invitación. En cambio, cunden las versiones de que no lo hará el presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Un mal preámbulo diplomático para las relaciones entre los dos grandes países sudamericanos y ejes del Mercosur.
Pero, según el politólogo César Augusto Chamorro, graduado en Postdam, Alemania, la realidad probablemente se impondrá. "Milei se da cuenta de que todo lo que dijo en la campaña no es tan factible en la realidad. Porque Argentina necesita de Brasil, necesita de la región, no puede cerrarse", opina. En este contexto, vaticina que Lula va a intentar un acercamiento. "Y Milei va a estar obligado a aceptarlo, porque la misma industria argentina no puede perseguir ese tipo de políticas. Porque es casi imposible, es autodestruirse. Los mismos bancos argentinos, las familias dueñas de los bancos argentinos, no pueden seguir la política que planea él. Porque también es autodestruirse", considera.
Una estrategia que podría ser imitada
No obstante, el resultado del balotaje argentino tiene repercusiones de fondo en la región. "Estamos viendo a lo largo y ancho de América Latina la aparición de otros tipos de liderazgo de ultraderecha", dice a DW Cristóbal Rovira, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Católica de Santiago de Chile. "Quienes están tratando de profesar ideas similares a las de Milei en Chile, en Perú o en otros países de América Latina, observan lo que allí sucede y ven que es un tipo de estrategia que eventualmente conviene imitar", explica.
El académico chileno hace notar, además, que parte del éxito no corresponde sólo a Milei, sino también a la derecha convencional, refiriéndose al partido PRO, del expresidente argentino Mauricio Macri, que apoyó finalmente al populista de derecha. "Creo que es otro llamado de atención de lo que podría suceder en otros países de América Latina, donde las derechas convencionales muy rápidamente están dispuestas a establecer una alianza, a veces tácita y otras veces más explícita, con esta ultraderecha, para acceder al poder".
Contra la derecha convencional
A juicio de Rovira, Milei es un caso más en el marco de una ola que recién está empezando a emerger en América Latina. "Lo que me preocupa mucho es que no podemos comprender el ascenso de estas ultraderechas sin su capacidad de terminar fagocitando a las derechas convencionales, que es lo que terminó pasando en el caso de Brasil, es lo que está pasando en el caso de Argentina, y es lo que en cierta medida estamos observando también en el caso chileno, donde hay un diálogo muy fluido entre esa derecha convencional y la ultraderecha; y quien termina ganando en ese diálogo es simplemente la ultraderecha", analiza.
Es lo que prevé que ocurrirá en el caso argentino. "Independientemente de lo que suceda el día de mañana con Javier Milei, mi apuesta sería que el partido de Macri va a desaparecer, no necesariamente como organización, pero en términos de su ideología política va a terminar siendo la versión light de esa ultraderecha".
Chamorro tiene una interpretación diferente: "Detrás de Milei está el expresidente Macri. Macri es el ganador de la elección. El todavía conserva su poder", afirma.
Rasgos "aislacionistas"
Ambos analistas coinciden en que habrá que esperar a ver cómo gobernará en realidad Milei. Mientras Chamorro prevé que su proyecto de liberalizar el comercio lo llevará a abrirse a pactos con otros países en este plano, Rovira destaca el carácter "aislacionista" de este tipo de liderazgos, que intentan aplicar sus políticas sin un mayor diálogo ni coordinación con sus vecinos.
Refiriéndose a su país, el politólogo chileno plantea que "proyectos que eventualmente podrían necesitar la coordinación entre ambos países, cuestiones de cambio climático, cuestiones de energía, cuestiones migratorias, van a ser muy difíciles de llevar a cabo. En parte porque nosotros tenemos un Gobierno de izquierda, que está en las antípodas de lo que es Milei; pero, independientemente de quién esté en La Moneda, estos tipos de liderazgo no tienen interés en relaciones multilaterales. Las buenas costumbres se van a mantener, pero tratar de avanzar en una mayor integración va a ser sumamente difícil”.
Más allá de los efectos inmediatos, el profesor de la Universidad Católica de Santiago recalca su preocupación, "no porque la democracia vaya a sucumbir de la noche a la mañana, sino porque se pavimenta el camino para un proceso de erosión democrática en cámara lenta, como lo hemos visto en otros países del mundo”, explica: "Cuando esos partidos de derecha convencional desaparecen o terminan o adicionándose a la ultraderecha, quienes sufren son los sistemas democráticos”.