AUTORITARISMO VENEZOLANO

y las felicitaciones recibidas han sido producto de eso que llamamos “La Libre Autodeterminación de los Pueblos”, o lo que es lo mismo cortesía diplomática para entender que no hay que meterse en los asuntos ajenos porque estos los resuelven los involucrados. Claro está que eso le importa poco a Estados Unidos, que hará lo que tenga hacer para derrumbar el régimen que construyó Hugo Chávez y que antes de morir decidiera heredarlo a Nicolás Maduro.

La secuela poselectoral mostró a un pueblo ofendido que salió a las calles a reclamar la revisión del ejercicio democrático realizado por las estructuras del régimen chavista, quienes presuntamente incluyeron entre los votantes a más de seiscientos mil personas fallecidas que al final fueron los que marcaron la diferencia. Seguramente mucho de lo que se afirma puede ser cierto porque ha sido rotunda la negativa a realizar el recuento de los votos recomendada por la Organización de los Estados Americanos. Pareciera que las estructuras chavistas deben mucho por el tamaño del miedo para abrir al escrutinio público los resultados finales de la elección presidencial.

La colusión entre los integrantes del régimen chavista es brutalmente cínica, y la muestra de ello la dio ayer la ministra para Asuntos Penitenciarios al acusar a Capriles de consumir estupefacientes, y señalando que ya tiene lista la celda en la que purgará sus crímenes por fascista y asesino. Ahora resulta que el señor Capriles está siendo responsabilizado por ser el autor intelectual de las ocho muertes ocurridas la semana pasada cuando los venezolanos salieron a las calles a reclamar el recuento de los votos de la elección presidencial. Despojándose de todo pudor la señora Iris Varela amenazó no tan sólo con encarcelar al señor Capriles, sino someterlo a una rehabilitación, esas que son la especialidad de los regímenes autoritarios.

La tónica de la legalidad en Venezuela pasa por la decisión autoritaria de exterminar a quien se atreva a solicitar que se limpie la elección presidencial. Cualquier régimen que se precie de ser democrático garantiza los conductos legales para la solución de las controversias, pero en Venezuela la amenaza y la intimidación son ahora parte de la justificación de un gobierno totalitario que se radicaliza con tal de sostener una endeble victoria que parece no haber alcanzado en las urnas. Si el destino de Henrique Capriles es la cárcel, el del gobierno venezolano será el repudio internacional. Si Nicolás Maduro pretende justificarse amenazando a los opositores y a la comunidad internacional, desde ahora se está condenando irremediablemente a la caída. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it. 

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