En la céntrica plaza, conocida por ser el epicentro de la revolución contra Hosni Mubarak, una explosión de júbilo siguió al anuncio de las Fuerzas Armadas.
Familias enteras volvieron a marchar hacia ese centro de protestas, donde el ambiente seguía siendo pacífico y festivo como la víspera.
Incluso personas como Sabrine Mahmud, que ayer se quedó en su casa por temor a un nuevo brote de violencia, decidieron hoy unirse a las concentraciones para pedir la renuncia del mandatario islamista.
"Estoy muy feliz con el Ejército. Está claro que Mursi tiene que irse", consideró a Efe esta joven empleada de una organización civil, que apareció junto a su madre para contagiarse de la atmósfera.
Para expresar su gratitud a los militares, la multitud no dudó en aplaudir y gritar con más fuerza cada vez que sobrevolaban a baja altura helicópteros militares que portaban banderas de Egipto.
Entre los manifestantes se extendió la idea de que el mensaje de las Fuerzas Armadas no es más que el aviso encubierto de que Mursi tiene que marcharse tras haber cumplido un año en el poder.
Así lo consideró el jubilado Mustafa Ahmed, un confeso seguidor del expresidente Hosni Mubarak, que renunció en febrero de 2011 tras una revolución que duró dieciocho días.
"Mursi no es capaz de hacer política. Eso solo lo pueden hacer los militares", señaló Ahmed, que confió en que unas elecciones anticipadas den la victoria a Ahmed Shafiq, el ex primer ministro de Mubarak que cayó derrotado el año pasado por el islamista y que actualmente se encuentra en Emiratos Árabes Unidos.
Ante la posibilidad de que la escena política egipcia pueda dar un giro copernicano en cuestión de días, los opositores quisieron mantener la presión en las calles contra Mursi, a quien acusan de monopolizar el poder en favor de los Hermanos Musulmanes y de no solucionar los graves problemas económicos del país.
Las tarjetas rojas con la palabra "Erhal" (Vete, en árabe) volvieron a inundar la plaza Tahrir y otros puntos de la capital egipcia, que desde la revolución no habían vivido protestas tan multitudinarias.
El estudiante de diseño Said Abdel Halim recordó que el Ejército es una institución que históricamente ha tenido un peso fundamental en los cambios políticos de Egipto.
Según Abdel Halim, se necesita una figura que sepa gobernar como en su día hicieron Mohamed Ali, considerado el padre del Egipto moderno, o el general Gamal Abdel Naser, líder nacionalista que presidió el país entre 1956 y 1970.
"Las Fuerzas Armadas y el pueblo siempre han sido una sola mano", dijo el joven, en alusión al lema que se popularizó durante la revuelta contra Mubarak y que ahora parece cobrar un nuevo significado.
Hace un año, la plaza Tahrir era escenario de la celebración por el triunfo de Mursi en las primeras elecciones democráticas tras la caída de Mubarak.
Ahora, sumidos en el descontento, los manifestantes han vuelto su mirada al Ejército como garante de la estabilidad en un país que sigue sin encontrar la fórmula de una democracia que satisfaga a todos.