El avión que transportó a Francisco desde Roma aterrizó a las 15:43 hora local en la base aérea de Galeao, donde ya lo esperaban los símbolos de la JMJ -la Cruz Peregrina y el ícono de Nuestra Señora- y varias autoridades eclesiásticas y gubernamentales, lideradas por la presidenta brasileña Dilma Rousseff.
Además, un coro formado por 150 niños entonó la canción de bienvenida al pontífice creada por un sacerdote brasileño.
En su regreso al continente donde nació -en la vecina Argentina-, Francisco fue presentado por Rousseff a las autoridades y saludó con un largo abrazo al arzobispo de Río, Orani Tempesta, y a varios representantes de la jerarquía eclesiástica.
Luego, y antes de su primera reunión formal con autoridades brasileñas en el palacio Guanabara -la sede de la gobernación de Río-, Francisco partió hacia la Catedral Metropolitana para realizar un rápido recorrido de un kilómetro en carro abierto por la zona céntrica de la ciudad, donde desde la mañana se concentraban miles de peregrinos de todo el mundo que acuden a Río para la cita católica.
El paseo fue un cambio de último momento en el programa, introducido por iniciativa del propio papa, quien expresó el deseo de que su primer contacto en Brasil fuese con el pueblo.
“El papa se fue de América Latina al ser elegido papa, y ahora vuelve como peregrino, el primer peregrino de la JMJ”, expresó el arzobispo de Río, Orani Tempesta, quien se manifestó convencido de que el evento contribuirá a “construir un mundo más justo y solidario”.
El deseo de Francisco de mantenerse cerca de los fieles y de prescindir del vehículo blindado en sus traslados hizo que el gobierno reforzara el esquema de seguridad y movilizara a unos 14 mil efectivos -10 mil 200 de ellos militares-, apoyados por helicópteros, vehículos blindados, buques de patrullaje y un sistema antiaéreo.