La nave procedente de Cuba fue interceptada el 10 de julio por Panamá, por sospechas de que transportaba drogas, antes de ingresar al Canal de Panamá para dirigirse a Corea del Norte.
Cinco días después de la detención y tras controlar un motín de los 35 tripulantes, la seguridad panameña descubrió armas ocultas, sin declarar, debajo de 10 mil toneladas de azúcar cruda.
Un día después del hallazgo, Cuba admitió que las armas le pertenecen, y explicó que fueron enviadas a Corea del Norte para su reparación porque son obsoletas.
"Dos complejos coheteriles antiaéreos Volga y Pechora, nueve cohetes en partes y piezas, dos aviones Mig-21 Bis y 15 motores de este tipo de avión, todo ello fabricado a mediados del siglo pasado", forman la carga, según la única declaración oficial cubana sobre el caso.
El gobierno panameño calificó de contrabando y acto ilícito el transporte de las armas, y recurrió a la ONU por sospechar que la carga violaría resoluciones del Consejo de Seguridad contra Corea del Norte, relacionados con el envío de armas a o desde ese país asiático.
Efectivos panameños finalizaron el domingo la descarga de 25 contenedores con las armas y bajaron 203 mil 191 sacos de azúcar, en el puerto de Manzanillo en Colón.
Mientras el azúcar fue trasladada a una bodega del Ministerio de Desarrollo Agropecuario en Penonomé, 150 kilómetros al suroeste de esta capital, los tripulares permanecen detenidos en la base aeronaval de Sherman, frente a Colón.
De acuerdo con medios locales, la misión de la ONU está integrada por el británico Martin Uden como coordinador; el japonés Katsuhisa Furukawa, especialista nuclear; el chino Chang Guo, especialista en exportaciones. y el surcoreano Jang-Keun, quien maneja el área de armas de destrucción masiva.
El grupo lo completan el francés Erik Marzolf, de tecnología en misiles; el estadunidense William Newcomb, de finanzas; el ruso Alexander Vilnin, de aduanas, y sudafricano Neil Watts, de transporte marítimo.