El papa Francisco hizo la proclamación en latín, al comienzo del acto en el que la Iglesia católica elevó a los altares a los dos papas, en una ceremonia concelebrada con el papa emérito Benedicto XVI, quien reapareció vestido completamente de blanco y con su mitra.
El papa teólogo, que fue recibido por un caluroso aplauso y saludado por las autoridades, se sentó entre los cardenales, a la izquierda del altar mayor en el que el papa Francisco ofició el rito de ascensión a los altares.
Antes de situarse en el altar, Francisco se acercó a Benedicto XVI, al que dio un abrazo. Este ha sido un acontecimiento histórico dado que en la misma plaza, dos pontífices vivos -uno en el cargo y otro jubilado- han participado en la santificación de otros dos papas tan cercanos en el tiempo.
La proclamación de la santidad de los dos papas fue recibida con un gran aplauso en la Plaza de San Pedro, así como en otros lugares de Roma, donde decenas de miles de peregrinos se concentraron ante pantallas gigantes para seguir la ceremonia.
El prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, presentó a Francisco “las tres peticiones” de canonización para ambos papas, primero con “gran fuerza”, después con “mayor fuerza” y, por último, con “grandísima fuerza”.
A lo que el papa pronunció la fórmula: “En honor de la Santísima Trinidad, por la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo y de los santos apóstoles Pedro y Pablo, después de haber reflexionado largamente e invocado la ayuda divina y escuchando el parecer de muchos de nuestros hermanos obispos, declaramos santos a Juan XXIII y a Juan Pablo II”.
Y finalmente, instó a que los dos papas sean inscritos en los libros de los santos.
Durante la homilía de la misa pronunciada en italiano, el papa Francisco dijo que los dos nuevos santos “restauraron y actualizaron la Iglesia según su fisionomía originaria” y que “fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia (termino griego que significa libertad) del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia”.
De ellos, Francisco recordó que “conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron” y exclamó “en ellos, Dios fue más fuerte”.
El pontífice argentino terminó su homilía pidiendo que “estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia”.
“Qué ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama”, concluyó.
Durante la ceremonia hubo dos lecturas del Evangelio, en polaco e italiano y un salmo leído en italiano, las peticiones universales se realizaron en español, árabe, inglés, chino y francés.
Los cantos fueron interpretados por el Coro de la Capilla Sixtina con el organista español Juan Paradell.
Con el papa Francisco concelebraron la misa 150 cardenales llegados de todo el mundo y 700 obispos. Además, 870 sacerdotes se encargaron de dar la comunión.
A la derecha del altar se situaron los invitados extranjeros, representados en 93 delegaciones de todo el mundo, de ellas diecisiete procedentes de estados latinoamericanos, como el presidente de la república de Ecuador, Rafael Correa, de cuyo país fueron las miles de rosas de colores variados que se emplearon para decorar los aledaños del altar.
También asistieron representantes de Argentina, Chile, Panamá, Venezuela, Cuba, Colombia, El Salvador, Honduras, Guatemala, Paraguay, Puerto Rico, México, Nicaragua y Uruguay.
Entre las numerosas autoridades estaban los reyes de España, Juan Carlos I y Sofía, quien vestía de blanco, con peineta y mantilla, un derecho reservado a las reinas católicas, las únicas que pueden portar este color delante del pontífice.
La canonización fue seguida también por miembros de organizaciones internacionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA) o la Unión Europea, representada por autoridades de sus tres instituciones políticas.
Del gran despliegue mediático da idea la acreditación de 2.259 periodistas, procedentes de 64 países. Se dieron permisos a 1.230 cámaras de televisión de todo el mundo, a 219 fotógrafos, 174 reporteros radiofónicos y 636 periodistas de prensa escrita, a lo que se suman los cerca de 400 periodistas acreditados permanentemente en la Santa Sede.