El capellán de la Guardia Suiza, Alan Guy Raemy, leyó en primer lugar la fórmula del juramento al papa Francisco, por la que prometen dedicarse al pontífice: “con todas mis fuerzas, sacrificando incluso, si es necesario, mi propia vida para defenderlo”.
Ataviados con el uniforme de gala, de bandas azules, amarillas y rojas, que cumple ahora un siglo, los guardias fueron nombrados uno a uno en su lengua materna y desfilaron hasta tomar la bandera con la mano izquierda para alzar la derecha con los dedos pulgar, índice y medio, símbolo de la Trinidad de Dios, para confirmar el juramento.
Becciu aludió posteriormente a las distinciones honoríficas que concede el Papa y destacó que son “un signo de su reconocimiento y su ánimo a todo el cuerpo” de la Guardia Suiza.
La ceremonia de juramento, a la que asistieron cardenales, otras autoridades religiosas, civiles y militares y familiares se repite cada 6 de mayo en el patio de San Dámaso y conmemora la defensa de la Guardia Suiza al Papa Clemente VII ante la invasión de Roma de las tropas del emperador español Carlos V en 1527.
Francisco recibió ayer en audiencia a los nuevos soldados y a sus familiares y les recordó que “no es el uniforme, sino quien lo lleva, quien debe llegar a los otros por la gentileza, por el espíritu de acogida, por actitud de caridad hacia los otros”.
La misión de la Guardia Suiza Pontificia, creada en 1506 a petición de Julio II, es la defensa del Papa y la seguridad de sus residencias, además de acompañarlo en sus viajes y velar por la protección del Colegio Cardenalicio en período de Sede Vacante.
La Guardia Suiza llevó a cabo recientemente una campaña en Facebook para reclutar soldados ante la disminución de hombres en sus filas, que deben ser católicos practicantes, ciudadanos suizos, menores de 30 años, gozar de buena salud, una reputación impecable, tener formación profesional del ejército suizo y ser solteros.