Irán advierte a Washington

“Nos oponemos firmemente a la intervención en Irak de Estados Unidos y otros [países]”, manifestó Jamenei en declaraciones recogidas por la agencia estatal iraní, Irna. En su opinión, al Gobierno norteamericano no le han gustado los resultados de las elecciones del pasado abril y “busca un Irak bajo su hegemonía y gobernado por sus marionetas”.

Durante su discurso del pasado jueves, el presidente Barack Obama respondió a la petición de ayuda de Bagdad con la oferta de 300 asesores militares y condicionó el eventual apoyo aéreo contra los rebeldes que deseaba Al Maliki a la formación de un Gobierno más incluyente, una forma diplomática de decir “sin Al Maliki”. El primer ministro iraquí, que en 2006 obtuvo el respaldo tácito tanto de EEUU como de Irán, se ha convertido en una figura divisoria por sus políticas sectarias y su concentración de poder.

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Ahora Jamenei no sólo rechaza el plan de Washington, sino que echa por tierra la especulación de que ambos gobiernos estaban dispuestos a cooperar para defender a Bagdad del desafío del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) –que también amenaza al régimen sirio, otro aliado de Irán–. La ofensiva de los extremistas suníes, que en menos de dos semanas han conquistado un tercio de Irak, les pilló por sorpresa a los dos. Y dado que esos yihadistas tachan de herejes a los chiíes, todo apuntaba a que los viejos enemigos, que desde enero también negocian una salida al contencioso nuclear, podían encontrar un terreno común.

“Los responsables estadounidenses tratan de presentar la situación como una guerra sectaria, pero lo que está sucediendo en Irán no es una guerra entre chiíes y suníes. La principal disputa es entre quienes quieren que Irak se una al campo de EU y quienes desean un Irak independiente”, zanjó Jamenei, que tiene la última palabra en todos los asuntos políticos.

Irán siente que tiene la sartén por el mango y confía en poder resolver la crisis sin tener que compartir los laureles. De ahí que Jameneí se mostrara convencido de que “la nación, el Gobierno, y las autoridades religiosas de Irak son capaces de poner fin a la sedición”.

No está claro que ni siquiera sus aliados chiíes compartan su confianza. Para empezar fue Al Maliki quien casi suplicó la ayuda. Por otro lado, los sadristas, el único movimiento popular surgido tras la caída de Saddam, aunque se oponen a la intervención estadounidense, también recelan de las maniobras iraníes.

“La fetua del gran ayatolá [Ali Sistani] llamando a la yihad ha sido un error”, confía a esta corresponsal un miembro de la comisión política de Al Ahrar (el grupo sadrista). “Nunca en los últimos cien años, la máxima autoridad chií ha hecho un llamamiento similar. Ni siquiera durante la guerra contra Irán”, añade convencido de que eso transforma el conflicto en un enfrentamiento chiíes-suníes.

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