Cayó el gobierno de Grecia y se reactivó la alarma

económica.

El gobierno griego tuvo que convocar a comicios para el 25 de enero, luego de que su coalición no consiguiera, por tercera vez, reunir los votos en el Parlamento para elegir al futuro presidente. El candidato oficialista, Stavros Dimas, quedó a 12 votos de la Presidencia y de evitar una nueva crisis política.

La Constitución griega establece que si el presidente de la República, cargo básicamente representativo, no es elegido en tres votaciones, el Parlamento forzosamente debe disolverse en un plazo de 10 días y se deben convocar elecciones entre tres y cuatro semanas después.

Por eso, Samaras no tuvo más opción que convocar a elecciones anticipadas, pese a que todas las encuestas de los últimos meses dan como favorito al principal partido de la oposición, el izquierdista Syriza, con un apoyo que ronda entre el 30 y el 34%.

El último sondeo publicado el domingo en la prensa local confirmó el liderazgo de la fuerza conducida por Alexis Tsipras, aunque achicó a 2,4 puntos porcentuales la distancia con Nueva Democracia de Samaras, informó la agencia de noticias EFE.

Aunque antes de la debacle económica de 2009, el partido de Tsipras apenas tenía un 5% de apoyo electoral, la crisis lo convirtió en el mayor y más duro opositor a las políticas de austeridad y ajustes impulsados por la troika europea, compuesta por la Comisión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo.

En cada elección que atravesó Grecia durante la crisis, el ‘establishment’ europeo y nacional demonizaron a Syriza y sus propuestas de abandonar el euro y dejar de cumplir con las metas de ajuste impuestas por el FMI y Bruselas, e impulsadas públicamente por el motor económico de la Unión Europea (UE), Alemania.

Por eso, el sábado pasado, en un último intento por conseguir el apoyo de 182 de los 300 diputados, Samaras advirtió que todos aquellos que no apoyaran a su candidato, automáticamente se aliaban con Syriza.

En el mismo discurso, el primer ministro saliente pronosticó que una eventual victoria electoral de Syriza en enero llevaría forzosamente a la quiebra del país.

Para reforzar ese escenario sombrío, el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció el lunes la suspensión del desembolso del paquete de ayuda a Grecia hasta que asuma un nuevo gobierno en ese país, y el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, advirtió que si Atenas toma "otro camino (...), será difícil" mantener la ayuda financiera.

"Las duras reformas emprendidas dieron sus frutos y no hay alternativa a ese camino (...) Las elecciones anticipadas no cambian en nada los acuerdos adquiridos con el gobierno griego. Todo nuevo gobierno deberá atenerse a los acuerdos contractuales suscritos por su antecesor", señaló Schäuble en un comunicado difundido por su Ministerio.

Sin embargo, las palabras del ministro alemán, del FMI y del premier saliente de Grecia no hicieron mella en Tsipras, quien reiteró hoy sus promesas de los últimos años.

"Con la voluntad de nuestro pueblo, el memorando de austeridad también será una cosa del pasado en unos días. El futuro ya llegó, sean optimistas y pónganse felices", escribió en un comunicado, en el que celebró el fin del gobierno de Samaras.

Pese a que especialistas económicos vienen advirtiendo en medios europeos que la eurozona no es tan débil como hace cinco años, cuando la economía griega se desplomó, la reacción de las bolsas europeas reveló que el establishment financiero sigue determinado a que Atenas no abandone la moneda del bloque.

La bolsa griega cayó hoy más de un 11% y finalmente cerró con una pérdida de poco menos de un 4%, mientras que las de Milán, Lisboa y Madrid -los mercados financieros de los otros tres países del sur europeo más golpeados por la crisis de 2009- también registraron pérdidas de entre 1,15% a un 0,74%.

Las bolsas de las potencias europeas, en tanto, no cerraron en baja, simplemente porque Wall Street, en Estados Unidos, tuvo un muy buen día y permitió contrarrestar los descensos registrados en las primeras horas en París, Londres y Frankfurt.

Pese a esta presión internacional, Samaras no tendrá una campaña electoral fácil.

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