la frontera con México en una localidad aislada en la que miles de refugiados haitianos montaron un campamento, y las autoridades estadounidenses empezaron a devolver a algunos de los migrantes a su país de origen.
Aproximadamente una decena de vehículos del Departamento de Seguridad Pública se estacionaron cerca del puente y del río donde los haitianos han estado cruzando desde Ciudad Acuña, México, hacia Del Rio, Texas, desde hace casi tres semanas.
Al principio, los migrantes encontraron otras formas para cruzar la frontera en una zona aledaña hasta que fueron confrontados por las autoridades federales y estatales. Un reportero de The Associated Press vio que migrantes haitianos seguían cruzando el río hacia Estados Unidos, a unos 2,4 kilómetros (1,5 millas) al este del sitio anterior, pero a la larga fueron detenidos por agentes de la Patrulla Fronteriza a caballo y por policías de Texas.
Mientras cruzaban, algunos haitianos cargaban cajas llenas de comida sobre sus cabezas. Algunos se quitaron los pantalones antes de meterse al río. A otros no les importó mojarse.
Los agentes les gritaban a los migrantes que estaban cruzando el río para que se salieran del agua, la cual les llegaba a la cintura. Varios cientos de personas que habían cruzado exitosamente y estaban sentadas a lo largo de la orilla del río en el lado estadounidense recibieron órdenes para que se fueran al campamento ubicado en Del Rio. “Vayan ahora”, gritaron los agentes. Por su parte, autoridades mexicanas a bordo de un hidrodeslizador le pidieron a otros que intentaban cruzar que regresaran a México.
El migrante Charlie Jean había regresado a Ciudad Acuña desde los campamentos con el fin de conseguir comida para su esposa y sus tres hijas de 12, 5 y 2 años. Estaba aguardando del lado mexicano para que un restaurante le entregara una orden de arroz.
“Necesitamos comida para todos los días. Yo puedo no comer, pero mis hijas no”, comentó Jean, quien vivió en Chile durante 5 años antes de partir hacia Estados Unidos. Se desconocía si pudo volver al campamento.
México anunció el domingo que también empezaría a deportar a los haitianos a su país natal. Un funcionario del gobierno dijo que los vuelos serían desde ciudades cercanas a las fronteras con Estados Unidos y con Guatemala, donde se encuentra el grupo más grande.
Los haitianos han estado migrando masivamente hacia Estados Unidos desde Sudamérica desde hace varios años, muchos de ellos después de abandonar la nación caribeña tras el devastador terremoto de 2010. Después de que se acabaron los empleos generados por los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016, muchos realizaron el peligroso viaje a pie, en autobús o en automóvil hacia la frontera sur de Estados Unidos, incluido el cruce a través de la peligrosa selva del Darién en Panamá.
Algunos de los migrantes en el campamento de Del Rio dijeron que el reciente terremoto que azotó Haití y el asesinato del presidente Jovenel Moïse les generaron miedo de regresar a un país que parece estar más inestable que cuando se fueron.
“En Haití no hay seguridad”, dijo Fabricio Jean, un haitiano de 38 años que llegó a Texas con su esposa y dos hijas. “El país está en una crisis política”.
El jefe de la Patrulla Fronteriza, Raul L. Ortiz, dijo el domingo que 3.300 migrantes ya han sido retirados del campamento de Del Rio y fueron llevados a aviones o a centros de detención, y señaló que prevé que otros 3.000 de los aproximadamente 12.600 migrantes que quedan sean devueltos en las próximas 24 horas. El resto deberá ser retirado durante la semana, comentó. Los primeros tres aviones despegaron de San Antonio a Puerto Príncipe el domingo, y el primero aterrizó por la tarde.
“Estamos trabajando sin descanso para retirar a los migrantes del calor, de la intemperie y de debajo de este puente y llevarlos a nuestras instalaciones para procesarlos rápidamente y expulsar a los individuos de Estados Unidos en conformidad con nuestras leyes y políticas”, dijo Ortiz durante una conferencia de prensa en el puente de Del Rio. La ciudad texana cuenta con unos 35.000 habitantes y se ubica a unos 230 kilómetros (145 millas) al oeste de San Antonio.
Las expulsiones expeditas fueron posibles gracias a un mandato de emergencia por la pandemia de coronavirus, el cual fue implementado por el expresidente Donald Trump en marzo de 2020 y permite que los migrantes sean retirados del país inmediatamente sin darles la oportunidad de solicitar asilo. El presidente Joe Biden exentó a los niños que viajan sin compañía de un adulto de ese mandato, pero para el resto de los migrantes sigue en vigor.
Cualquier haitiano que no sea expulsado está sujeto a las leyes de inmigración, que incluyen el derecho a solicitar asilo y otras formas de protección humanitaria. Las familias son puestas en libertad rápidamente en Estados Unidos debido a que en general el gobierno no puede detener a menores de edad.
Mientras tanto en Haití, tres aviones aterrizaron en el aeropuerto de Puerto Príncipe, cada uno con 145 personas a bordo.
Las familias que llegaron en el primer vuelo sostenían a los niños de la mano o los iban cargando mientras bajaban del avión, y algunos de los 145 deportados se cubrían la cabeza mientras caminaban hacia un autobús grande estacionado junto al avión. Decenas se formaron para recibir un plato con arroz, frijoles, pollo y plátano, al tiempo que se preguntaban dónde iban a dormir y cómo conseguirían dinero para mantener a sus familias.
Todos los deportados recibieron 100 dólares y fueron sometidos a una prueba de coronavirus, aunque las autoridades no planeaban colocarlos en cuarentena, comentó Marie-Lourde Jean-Charles, de la Oficina Nacional de Migración.
Gary Monplaisir, de 26 años, dijo que sus padres y hermana viven en Puerto Príncipe, pero que no estaba seguro si se quedaría con ellos debido a que para llegar a su casa, él, su esposa y su hija de 5 años tenían que cruzar una zona controlada por pandillas conocida como Martissant, donde los asesinatos son algo común.
“Tengo miedo”, comentó. “No tengo un plan”.
Se mudó a Chile en 2017, justo cuando iba a obtener un título de contador, para trabajar como conductor de camión. Posteriormente pagó para que su esposa e hija se le unieran. Trataron de llegar a Estados Unidos porque pensó que podría conseguir un empleo en el que le pagaran mejor y ayudar a su familia en Haití.
“Siempre estamos buscando mejores oportunidades”, señaló.
Algunos migrantes dijeron que planeaban volver a salir de Haití lo antes posible. Valeria Ternission, de 29 años, dijo que ella y su esposo quieren viajar con su hijo de 4 años de regreso a Chile, donde trabajaba como cajera en una panadería.
“Verdaderamente estoy preocupada, sobre todo por el niño”, comentó. “No puedo hacer nada aquí”.
Un líder político haitiano cuestionó el domingo si la nación podía manejar un flujo de migrantes que regresan al país y dijo que el gobierno estadounidense debería suspender la repatriación.
“Tenemos la situación en el sur por el terremoto. La economía es un desastre y no hay trabajo”, señaló Mathias Pierre, ministro electoral, y añadió que la mayoría de los haitianos no pueden satisfacer sus necesidades básicas. “El primer ministro debería negociar con el gobierno estadounidense para que suspenda esas deportaciones en este momento de crisis”, puntualizó.