personas, básicamente hombres, buscan cruzar hacia Petropavlovsk y Uralsk. Desde el 21 de septiembre, cuando Rusia ordenó la que el Kremlin llama "movilización parcial” -es decir, un reclutamiento obligatorio para ir a pelear a la guerra en Ucrania- la afluencia aumentó notoriamente. Cualquiera que esté ya al otro lado de la frontera, en el lado kazajo, muestra sin problemas fotos y videos de lo que está pasando en la parte rusa.
Dos hombres, de unos 18 y 40 años, lucen cansados por la larga espera. Sin embargo, cuentan emocionados lo que vivieron en la noche. Cuentan que "hay mucha gente, entre 500 y 600 automóviles, se agotaron todos los billetes de avión, pese a que subieron de 100.000 a 300.000 rublos”, o sea, de alrededor de 1.800 a 5.400 euros. Es primera vez que están en Uralsk. Desde aquí esperan llegar a Europa, donde tienen parientes.
¿Por qué se van?
Igor es de Samara y trabaja como programador. Cruzó hacia Kazajistán caminando. No tiene problemas en contar que dejó atrás a su esposa y dos hijos. Hizo fila durante doce horas para poder entrar al país centroasiático. "Voy a Uralsk para escapar de esta amenaza. Mis conocidos ya fueron reclutados, yo todavía no. No quiero pelear, no quiero matar ni quiero que me maten", dice el joven. Ahora quiere trabajar en Kazajistán y ver cómo se desarrollan los hechos en Rusia. "Voy a volver cuando las cosas cambien", dice, y se sube a un taxi.
Sanija, una joven mujer de Kazán, la capital de la república rusa de Tartaristán, nunca había estado en Kazajistán. Cuenta que hizo el viaje con su novio. "Queremos asegurarnos. Nos vinimos por la movilización. Aún no nos afectaba a nosotros, porque mi novio es estudiante. Apenas todo se tranquilice, volveremos, pero por ahora nos quedamos acá. No hablamos sobre lo que hace el Kremlin", remata.
¿Pueden ser deportados?
Un taxi se detiene frente a un hotel en Almaty, la ciudad más grande de Kazajistán. Del vehículo bajan jóvenes rusos que toman sus maletas y enfilan hacia el hotel. Reacios a hablar al comienzo, acceden bajo el compromiso de que no habrá fotos ni grabaciones. Uno de ellos, Nicolai, dice que salieron de Rusia por la movilización. Viajaron en bus hasta Chelyabinsk, una ciudad al sur de los Urales, y desde allí en coche hasta la frontera. Luego tomaron un taxi hasta la ciudad kazaja de Petropavlovsk y desde allí, en tren a Almaty.
La mayoría de los rusos que han llegado a Kazajistán son jóvenes que, en una segunda o tercera ola de llamados a filas, tendrían que sumarse al Ejército. Algunos temen que el gobierno ruso apruebe una ley que les permita perseguir a quienes están prontos a ser convocados al frente, y se preguntan si las autoridades kazajas colaborarán con las rusas en ese caso, deportando a los hombres.
Las leyes kazajas no prevén la deportación de extranjeros respecto a la movilización militar en otro Estado, aunque sí en el caso de que participen en marchas no autorizadas, entreguen información falsa a las autoridades o crucen la frontera de forma ilegal. Según cifras del Ministerio del Interior kazajo, en lo que va de 2022 un total de 1,66 millones de rusos han entrado al país, de los cuales 1,64 millones han vuelto a salir.
Por lo tanto, actualmente hay unos 20.000 rusos en Kazajistán. Las autoridades aseguran que todos los extranjeros son registrados en sus bases de datos al momento de ingresar al país. El Ministerio de Exteriores señala que los extranjeros no tienen derecho a la residencia permanente, y que los ciudadanos de la Unión Aduanera (Rusia, Bielorrusia, Armenia, Kazajistán y Kirguistán) también deben presentarse cada 30 días ante las autoridades migratoria