Saudí, el 10 de marzo, con la mediación de Pekín, causó sensación, ya que sus relaciones estaban congeladas desde hace siete años. Ambos países están enemistados desde la Revolución Islámica, en 1979. La exitosa mediación en la, tal vez, más peligrosa línea de quiebre en Cercano Oriente ha otorgado una nueva calidad al rol de Pekín en la región.
Julien Barnes-Dacey, director del programa de Medio Oriente en el *think tank* European Council on Foreign Relations (ECFR), analiza que Estados Unidos, que durante mucho tiempo fue la potencia que moldeó indiscutiblemente las relaciones en el Golfo Pérsico, se ha negado a mediar esta vez. Eso se debe a que Washington no tiene relaciones con Teherán y "muy poca influencia constructiva para lograr un acuerdo" entre las partes, dijo a DW. "La realidad es que China pudo interceder porque tiene lazos con todas las partes e influye sobre ellas para impulsar el acercamiento”, añadió.
Esa influencia se basa, sobre todo, en lo económico. Tanto para Irán como para Arabia Saudí, China es, por lejos, el mayor socio comercial, explica el exdiplomático estadounidense Jeffrey Feltman. También en otras partes de Oriente Medio y Próximo, el intercambio comercial con China es tres veces mayor que con Estados Unidos: No podemos ignorar la importancia de China para esa región”, señala Feltman.
Sebastian Sons, del laboratorio de ideas CARPO (Center for Applied Research in Partnership with the Orient), de Bonn, dijo desde Qatar a DW que "EE. UU. y también Europa han perdido la confianza de la región de manera masiva en los últimos años, y por eso casi no son tomados en serio como mediadores”.
- Washington muestra poco entusiasmo -
Como era de esperar, EE. UU. no recibió la noticia del éxito de mediación de Pekín con mucho entusiasmo. El gobierno de Joe Biden fue reticente con respecto al acuerdo, y además trata de minimizar el rol de Pekín en él. El director de Comunicaciones del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, expresó sus reservas a la firma del tratado de Pekín: "Si este acuerdo se puede mantener -independientemente de los intereses o de quién se siente a la mesa- y si se puede poner fin a la guerra en Yemen, para que Arabia Saudita no tenga que tratar constantemente de defenderse de los ataques de los hutíes, que son financiados y apoyados por Irán, entonces, en última instancia, lo agradecemos”, dijo Kirby.
Jeffrey Feltman, por su parte, quien fue mediador para las Naciones Unidas en numerosos conflictos, recuerda algo esencial: las relaciones diplomáticas no significan en absoluto el fin de una rivalidad estratégica entre Arabia Saudí e Irán. Sin embargo, ubica la mediación de Pekín también enel contexto de la rivalidad sistémica entre Pekín y Washington, y percibe un claro desplazamiento de las relaciones, al que deberá adaptarse la política estadounidense.
Los países del Golfo Pérsico se están reposicionando, en vista de la situación política internacional, coincide Dina Esfandiary, del *think tank* Crisis Group, de Bruselas. Con consecuencias desagradables para Washington: "Los países más pequeños tratarán de enfrentar a las grandes potencias entre sí para obtener el máximo beneficio de sus relaciones con estas”, advierte la experta.
Cuán grande es la apuesta de los países de Medio Oriente en la multipolaridad se vio a comienzos de diciembre. Entonces, el gobernante chino, Xi Jinping, fue recibido con todos los honores en Riad durante la primera cumbre árabe-china. Además, allí China dejó en claro que no tiene únicamente intereses económicos en el Golfo, lo cual no sorprende, ya que una parte importante del abastecimiento energético de China depende de la estabilidad en la región. Dina Esfandary subraya al respecto que "China intenta presentarse como un modelo alternativo, como socio e intermediario, distinto al modelo occidental”.
El apretón de manos entre Riad y Teherán se produce en correspondencia con una ofensiva diplomática de China, que quiere presentarse como fuerza promotora de paz y de equilibrio. Pocos días después del acuerdo irano-saudí, Xi anunció una "Iniciativa de Civilización Global”, que sigue a la "Iniciativa de Seguridad Global" de 2022 y a la "Iniciativa de Desarrollo Global”, de 2021. Se trata de documentos con conceptos vagos y compromisos poco concretos. En Occidente, esos avances tuvieron importancia marginal. Sin embargo, en el sur global, Pekín puede pulir su imagen y ganar puntaje en la competencia de sistemas.