Claves de la alianza entre Irán y Venezuela

de supervivencia frente a un enemigo común y la presión de las sanciones internacionales. A pesar de no compartir vínculos geográficos o culturales, ambos países han fortalecido su cooperación estratégica en los márgenes del orden global.

 Durante las últimas tres décadas, esta relación ha pasado de la afinidad política y los discursos antiestadounidenses a una red compleja de cooperaciones petroleras, financieras, industriales y de seguridad. En los últimos años, sin embargo, ha entrado en una nueva fase: una etapa cuyo escenario principal ya no son las salas diplomáticas, sino las aguas internacionales, las rutas marítimas y los petroleros que navegan bajo la sombra de las sanciones.
Mojtaba Hashemi, experto en relaciones internacionales, considera que este cambio de fase no es casual. Según explica, aunque la relación entre Irán y Venezuela se formó inicialmente sobre una base ideológica y política, hoy se ha expandido a ámbitos mucho más operativos: desde el intercambio de petróleo y el transporte marítimo hasta redes más complejas que funcionan al amparo de las sanciones.
En declaraciones a DW, Hashemi afirma: "Hoy, la Guardia Revolucionaria, como principal brazo operativo de la República Islámica, interactúa con una red de actores transnacionales que se extiende desde Oriente Medio hasta América Latina. Por eso Estados Unidos apunta directamente a estas redes al imponer sanciones".
Esta mirada ofrece una imagen distinta del vínculo entre Teherán y Caracas: una relación que ya no es solo política, sino que responde, ante todo, a una lógica de supervivencia bajo presión.

::: El inicio: petróleo y la OPEP
Irán y Venezuela mantenían relaciones diplomáticas incluso antes de la revolución iraní de 1979, pero el verdadero origen de su vínculo se remonta a la década de 1960, cuando ambos países -junto con Arabia Saudí, Irak y Kuwait- participaron en la fundación de la OPEP. Desde el inicio, el petróleo fue el lenguaje común entre Teherán y Caracas.
Durante la era del sah, la relación se mantuvo principalmente dentro del marco de la OPEP y de los canales diplomáticos habituales, sin adquirir una profundidad política significativa. Tras la Revolución Islámica, los vínculos se enfriaron durante un tiempo, aunque nunca se rompieron del todo. El petróleo y la pertenencia común a la OPEP mantuvieron abierto el canal de comunicación, aunque hasta la década de 1990 la relación fue más simbólica que estratégica.
Todo cambió con la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999. Con su discurso antiestadounidense, anticapitalista y revolucionario, Chávez vio rápidamente a Irán como un socio natural. En ese momento, Mohammad Jatamí era presidente en Irán. Aunque el tono de la política exterior iraní era más moderado y diplomático, la oposición de fondo a Estados Unidos seguía intacta.
Entre 2001 y 2005, las visitas políticas entre ambos países aumentaron de forma inédita. Chávez viajó varias veces a Teherán y Jatamí realizó tres visitas oficiales a Caracas. En una de ellas, Chávez apoyó abiertamente el programa nuclear iraní y lo calificó como un derecho legítimo de Teherán, en pleno auge de la presión occidental contra Irán.

::: La era Ahmadineyad: una alianza sin tapujos
Con el inicio de la presidencia de Mahmud Ahmadineyad en 2005, las relaciones entraron en una fase que ambas partes calificaron como una alianza estratégica. Ahmadineyad y Chávez compartían un discurso político muy similar y un tono abiertamente confrontativo contra Estados Unidos y el orden internacional vigente.
En este periodo, la cooperación se expandió rápidamente. Se crearon fondos financieros conjuntos, se lanzaron proyectos industriales y de vivienda, se establecieron líneas de ensamblaje de automóviles e incluso se habló de cooperación militar y transferencia tecnológica. Ahmadineyad visitó Venezuela en ocho ocasiones y Chávez viajó repetidamente a Teherán.
En 2007, ambos países anunciaron la creación de un eje antiimperialista común y destinaron miles de millones de dólares para apoyar a países aliados. Irán construyó fábricas de cemento, grandes proyectos de vivienda y plantas automotrices en Venezuela. Miles de viviendas fueron edificadas en ciudades como Valencia, y una parte importante de los pagos se realizó mediante oro o trueque.
En el ámbito energético, cuando Irán enfrentó una escasez de gasolina en 2010, Venezuela envió cargamentos de combustible. Diez años después, esa misma ruta se repetiría, pero en sentido inverso.
La muerte de Chávez en 2013 supuso un golpe para el vínculo personal entre los líderes. Nicolás Maduro continuó la línea política de su predecesor, pero sin su carisma ni su influencia. En Irán, Hasan Rohaní llegó al poder con un enfoque centrado en el acuerdo nuclear y la reducción de tensiones con Occidente.
Durante este periodo, el nivel de las relaciones políticas disminuyó, aunque no se rompió. La razón fue simple: las sanciones. Desde 2018, tras la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear y el inicio de la política de "máxima presión", tanto Irán como Venezuela quedaron sometidos a duras sanciones petroleras y financieras. Esa presión compartida volvió a acercarlos.

::: 2020: gasolina, oro y un mensaje explícito
En la primavera de 2020, Venezuela enfrentaba una grave crisis de combustible. Sus refinerías estaban prácticamente paralizadas. Irán asumió un alto riesgo al enviar cinco petroleros cargados de gasolina y derivados hacia Venezuela. Estados Unidos amenazó con intervenir, pero finalmente los buques llegaron escoltados por la marina venezolana.
Según informes, parte de los pagos se realizó en oro. La operación tuvo un fuerte mensaje político y económico: Irán demostró que las sanciones no eran un obstáculo absoluto, y Venezuela mostró que aún contaba con aliados dispuestos a asumir costos. Pero ese momento marcó también el inicio de una etapa más compleja.

::: Swaps de petróleo, deudas y fisuras ocultas
Desde 2021, Teherán y Caracas implementaron un acuerdo mediante el cual Irán enviaba condensados de gas, gasolina y piezas para refinerías con el fin de facilitar la exportación del crudo extrapesado venezolano. A cambio, Venezuela debía entregar petróleo pesado o combustible equivalente, a veces incluso en mayor volumen.
Sobre el papel, el mecanismo parecía lógico. En la práctica, surgieron problemas. Documentos de transporte y datos de la petrolera estatal venezolana mostraron retrasos en las entregas. A finales de 2022, Estados Unidos concedió licencias que permitieron a Venezuela vender parte de su petróleo por pagos en efectivo. La disyuntiva fue clara: pagar la deuda con Irán o recibir dinero inmediato.
Caracas optó mayoritariamente por la segunda opción. Como resultado, Irán suspendió el envío de condensados en mayo de 2023. Proyectos como la reparación de la refinería de Paraguaná se ralentizaron o se detuvieron, y por primera vez una relación presentada durante años como estratégica mostró tensiones financieras reales.
Dalgah Khatinoglu, experto en energía, señala a DW que una parte importante de la cooperación petrolera entre ambos países dejó de funcionar desde mediados de 2022. Según explica, "la exportación de condensados iraníes para diluir el crudo pesado venezolano se ha detenido casi por completo y, según datos de la empresa Kpler, desde entonces solo se han enviado unos pocos cargamentos".
Añade que la modernización de las refinerías venezolanas tampoco dio resultados y que Caracas acumuló una deuda atrasada de unos 2.000 millones de dólares con Irán. "Esta realidad hace que la incautación de petroleros en aguas venezolanas no tenga un impacto directo en las relaciones petroleras oficiales, porque en la práctica esas relaciones ya no existen", afirma.
Sin embargo, Khatinoglu advierte que el problema no termina ahí. Aproximadamente el 40 % de la flota mundial dedicada al contrabando de petróleo sancionado trabaja para Irán. La presión sobre esta flota reduce el margen de maniobra de Teherán, especialmente cuando el volumen de petróleo iraní almacenado en el mar supera los 160 millones de barriles.

::: Sanciones en el mar: la batalla logística
En diciembre de 2025, la relación entró en una fase que puede describirse como una batalla logística. Estados Unidos incautó o persiguió varios petroleros vinculados a la exportación de crudo iraní y venezolano en el Caribe. Buques con banderas temporales, cambios de nombre, manipulación de datos de localización y vínculos con lo que Washington denomina la "flota fantasma".
Uno de estos petroleros, previamente sancionado por su conexión con redes vinculadas a la Guardia Revolucionaria, fue incautado durante una transferencia de crudo. La acción contó con respaldo judicial y envió un mensaje claro: Estados Unidos apunta ahora a la cadena de transporte, no solo a vendedores y compradores.
Datos analíticos indican que más del 60 % de los buques que transportaron petróleo iraní en el último año figuran ahora en listas de sanciones, lo que ha elevado de forma estructural los costos de seguro, alquiler y riesgo operativo.
Al mismo tiempo, se intensificó la competencia entre Irán, Venezuela y Rusia para vender petróleo a China, con fuertes descuentos. Cuando los precios globales bajan y los descuentos alcanzan entre 10 y 15 dólares por barril, la rentabilidad real se reduce drásticamente, incluso aunque las exportaciones puedan continuar.
El periodista Mehdi Nakhl Ahmadi afirma que el endurecimiento de las incautaciones apunta directamente al pilar central de la cooperación entre Irán y Venezuela. Según explica: "El aumento de las incautaciones ataca el principal cuello de botella de esta cooperación. Provoca retrasos en la carga, deja millones de barriles detenidos en el mar y eleva el riesgo del transporte".
Desde su perspectiva, el efecto inmediato no es la interrupción total de las exportaciones, sino el aumento de costos y la ralentización del proceso. Esto obliga a ambos países a recurrir a rutas cada vez más complejas: flotas en la sombra, apagado de sistemas de posicionamiento, transferencias barco a barco y mezclas de crudo.
Advierte que profundizar este camino expande la economía energética oculta, pero a un costo elevado cuya sostenibilidad a largo plazo para Teherán y Caracas es incierta.

::: Oro, vivienda, economía gris y cooperación militar
Además del petróleo, el oro ha sido uno de los principales instrumentos de pago en las relaciones entre Irán y Venezuela. Informes indican que parte de los proyectos de vivienda, construcción naval e incluso cadenas de tiendas iraníes en Venezuela se han financiado con oro. Estas transacciones carecen de transparencia debido a las sanciones, lo que incrementa el riesgo político y económico.
La cooperación industrial también ha sido irregular. La fabricación conjunta de automóviles, un banco binacional, líneas de producción de drones y proyectos navales son ejemplos de esta relación, aunque muchos han sido suspendidos o funcionan a mínima capacidad.
En el ámbito de la seguridad, la cooperación ha avanzado con discreción. La transferencia de tecnología de drones, la creación de líneas de ensamblaje y la exportación de componentes forman parte de este vínculo. Documentos aduaneros muestran que Venezuela ha sido uno de los principales destinos de piezas para drones iraníes en la última década.
Para Estados Unidos y algunos países vecinos de Venezuela, este aspecto es especialmente sensible. La presencia de tecnología militar iraní en América Latina es vista en Washington como una línea roja geopolítica.
La relación entre Irán y Venezuela se ha construido sobre la presión, no sobre la prosperidad. Mientras persistan las sanciones, ambos países se necesitarán mutuamente. Pero la experiencia de los swaps petroleros, las deudas y los proyectos paralizados muestra que, pese a la retórica, esta relación es frágil.
Si Estados Unidos logra elevar los costos logísticos y los riesgos hasta el punto de que el negocio deje de ser rentable, el vínculo económico entre Teherán y Caracas se debilitará. En ese escenario, la ideología por sí sola no será suficiente.
La relación sigue viva, pero ya no es simple. Hoy, su destino se decide en alta mar, entre petroleros, seguros no convencionales, oro y flotas en la sombra, más que en comunicados políticos.

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