El pontífice hizo esta reflexión al recibir, durante una audiencia en El Vaticano, a un grupo de sacerdotes procedentes de diversas partes de Italia y que se ocupan de la atención espiritual de los encarcelados.
En su mensaje aseguró que lleva en el corazón a todos los detenidos, garantizó sus rezos para que puedan superar positivamente ese periodo difícil de sus vidas y los llamó a no desanimarse ni cerrarse.
"Cuando recibía una carta de uno de ellos en Buenos Aires, los visitaba. Mientras ahora, cuando todavía me escriben los de Buenos Aires, a veces les llamo, especialmente el domingo, y converso un rato", confesó.
"Después, cuando termino, pienso: ¿Por qué él y no yo que tengo tantos motivos para estar ahí? Pensar en esto me hace bien, porque las debilidades que tenemos son las mismas. ¿Por qué él cayó y yo no? Para mí este es un misterio que me hace rezar y me hace acercar a los encarcelados" , agregó.
Reconoció que los capellanes de las cárceles saben bien que, para los detenidos, un día todo va bien, pero al otro están tristes, y ese cambio repentino es difícil.
Pidió que les transmitan con los gestos, con las palabras y con el corazón, que "el señor no se queda afuera de su celda, no permanece afuera de las cárceles, sino que está adentro" .
Según el líder católico, Dios también es un encarcelado, incluso hoy, presa de los egoísmos de los seres humanos, de los sistemas y de tantas injusticias, porque "es fácil sancionar a los más débiles, pero los peces gordos nadan libremente en las aguas".
"Ninguna celda es tan aislada como para excluir al señor, ninguna. El está ahí, llora con ellos, trabaja con ellos, espera con ellos, su amor paterno y materno llega a todas partes. Rezo porque cada uno abra el corazón a este amor", apuntó.