“Compatriotas sudafricanos, nuestro querido Nelson Rolihlahla Mandela, el presidente fundador de nuestra nación democrática, murió”, dijo el presidente sudafricano, Jacob Zuma, visiblemente emocionado, en un discurso televisado.
“Madiba (como se le llamaba en Sudáfrica) ha muerto en paz, nuestra nación ha perdido al más grande de sus hijos y a un padre”, añadió Zuma.
Tres horas antes del anuncio, los alrededores de la casa de Mandela se llenaron de ciudadanos y medios de comunicación que se anticiparon a la noticia.
“Sabíamos que este día llegaría, pero no puede disminuir nuestro sentido de pérdida profunda y duradera”, añadió.
Mandela fue internado en estado grave el 8 de junio pasado por una recaída de una infección pulmonar, y su estado pasó a ser crítico el 23 de junio. Pese a las mejoras comunicadas por la familia y la Presidencia desde entonces, el pronóstico del mandatario no mejoró.
“Nuestro amado Madiba recibirá un funeral de Estado”, sostuvo Zuma. “He ordenado que todas las banderas de la República de Sudáfrica ondeen a media asta” desde este viernes. No se precisó la fecha de los funerales.
Mandela recibió el premio Nobel en 1993, un honor que compartió con F. W. de Klerk, el líder blanco Afrikaner que liberó de la prisión al prisionero político más famoso del mundo. Como presidente, Mandela afrontó el gigantesco desafío de forjar una nueva nación desde las profundas injusticias raciales que quedaron de la época del apartheid, haciendo de la reconciliación el objetivo central de su mandato. El sello del mandato de Mandela fue la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, que juzgó los delitos de los dos bandos en la época del apartheid y trató de curar las heridas del país. También fue un modelo para otros países asolados por los problemas civiles.
En 1999, Mandela entregó el poder a una camada de líderes jóvenes mejor preparados para manejar la economía moderna, un poco común retiro voluntario citado como un ejemplo para los líderes africanos.
Ya retirado, Mandela dedicó todos sus esfuerzos a luchar contra la crisis del sida en su país, una batalla que se volvió personal cuando su único hijo vivo falleció a consecuencia de la enfermedad en el 2005.
La última gran aparición pública de Mandela fue en el 2010, cuando presenció la final del Mundial de fútbol en su país.
“Mandela significó un gran orgullo. Yo tenía la posibilidad de sentirme absolutamente orgulloso sin importar el lugar al que fuera. Él nos dio un sentido inmenso de dignidad”, dijo a EL TIEMPO Wanda Shuenyane, un empresario sudafricano. “Gracias a Mandela soy un ser humano completo, una ciudadana, que puede ser amada legalmente y públicamente por cualquiera; que puede decidir ser libre”, comentó Didi Ogude, economista sudafricana.