Janeiro, que recibirá siete partidos del Mundial, incluida la final en el mítico estadio Maracaná.
Las casetas de los vendedores ambulantes rebosan de accesorios con los colores de la Seleçao. Y las tradicionales decoraciones callejeras, aunque tímidas en relación a Copas anteriores, son cada vez más numerosas.
El descontento sobre los 11 mil millones de dólares que el torneo costó a los contribuyentes brasileños persiste, así como el malhumor por los precios altos y la mala calidad del transporte, la salud y la educación públicas. Pero son muchos quienes desean "al menos una tregua para apoyar a la Seleçao".
Fan del club Fluminense, "Abuela Tricolor" recorre la calle Alzira Brandao, tradicionalmente la más decorada de Rio, en el popular barrio de Tijuca, que se ha vestido de amarillo y verde de pies a cabeza.
Lleva en brazos a su inseparable gallo "Paquito Fred", con una capita confeccionada con una bandera brasileña y las garras pintadas de verde, amarillo y azul.
"Estoy deseando que comience la Copa. Es la séptima que veo. Quiero alegría y no problemas o desórdenes. Es una falta de respeto a la patria que amo", declara a la AFP esta enfermera jubilada.
TODO A ÚLTIMO MINUTO
"El brasileño hace todo a último minuto; cuando esto comience, van a sacar las banderas y entusiasmarse", estima Alba Zaluar, antropóloga de la Universidad estatal de Rio (UERJ).
"El amor por el fútbol es profundo, forma parte de nuestra identidad social. El entusiasmo va aumentar cada vez más", asegura a la AFP.
Los que militan contra el Mundial son "sobre todo universitarios y personas de las clases acomodadas", señala. "Aquí en Leblon (uno de los barrios más ricos de Rio), no hay calles decoradas, no veo banderas en los automóviles".
Cafú, el último capitán de la Seleçao en alzar una Copa del Mundo en 2002, también está persuadido de que la fiesta comenzará con el inicio del partido de apertura entre Brasil y Croacia el jueves en Sao Paulo.
"Atravesamos en este momento tiempos difíciles como país. Por eso no hay tanta alegría antes del comienzo del torneo", explicó el sábado Cafú en declaraciones a la agencia SID, filial alemana de la AFP. "Pero una vez que comience, verán un país totalmente diferentes", predijo.
Ricardo Ferreira organiza desde 1978 la decoración de la calle Alzira Brandao, donde 35.000 hinchas podrán ver los partidos en pantalla gigante. Y piensa lo mismo: "Después del puntapié inicial vamos a olvidar las manifestaciones y esperar a las elecciones (de octubre) para enviar nuestro mensaje en las urnas".
MIEDO A LOS MANIFESTANTES
Cerca del estadio Maracaná, algunos jóvenes hacen un graffiti con el rostro de Neymar, el joven atacante prodigio de la Seleçao, en los muros de la calle Pereira Nunes. "Es una tradición, pero al comienzo recibimos amenazas por internet de que nuestras decoraciones serían boicoteadas", declara Bernard Dantas, un estudiante de 21 años.
En Sao Paulo, Ademir Pereira Amarau, de 53 años, que vende banderas de Brasil en la calle, explica a la AFP que "las ventas recién comienzan a despegar".
"Normalmente las calles están decoradas dos meses antes de la Copa. Este año, las personas no cuelgan banderas en las ventanas por miedo a que los manifestantes rompan los vidrios", asegura.
CUADRO
ANALISIS
Para el escritor, historiador y experto en fútbol Joel Rufino, de la Universidad Federal de Rio (UFRJ), la "falta de entusiasmo viene también del hecho de que los hinchas solo conocen a muy pocos de los jugadores de la Seleçao, que se parece más bien a la Legión Extranjera".
"Aparte de Neymar y Julio Cesar (el golero) y otros dos, los jugadores convocados son desconocidos del público porque juegan todos en el extranjero. Y la base del hincha es conocer y seguir a los jugadores", analiza.
También él apuesta a un cambio de humor de último minuto: "Cuando suene el pitazo inicial, muchos de aquellos que solo criticaban van a hinchar por la Seleçao. Yo hincharé por Uruguay... hasta que empiece" el torneo, dice bromeando.