El impacto del cambio climático en América Latina y el Caribe será considerable por su dependencia económica respecto de la agricultura, la baja capacidad adaptativa de su población y la ubicación geográfica de algunos de sus países, señala un nuevo estudio de FAO, CEPAL y ALADI.
Según las tres agencias, el sector agrícola es la actividad económica más afectada por el cambio climático, algo fundamental si se considera que aporta el 5% del PIB, el 23% de las exportaciones regionales y emplea al 16% de la población ocupada.
“Con un cambio estructural en sus patrones de producción y consumo, y un gran impulso ambiental, América Latina y el Caribe puede alcanzar el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible, que plantea poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”, dijo Antonio Prado, Secretario Ejecutivo Adjunto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), al presentar el informe en República Dominicana.
El informe de las tres agencias destaca que el cambio climático afectará el rendimiento de cultivos, impactará las economías locales y comprometerá la seguridad alimentaria en el Noreste de Brasil, en parte de la región andina y en Centroamérica.
“El reto actual para la región es considerable: cómo continuar su proceso positivo de erradicación del hambre a medida que los efectos del cambio climático se vuelven cada vez más profundos y notorios en sus sistemas productivos”, explicó Raúl Benítez, Representante Regional de la FAO, a los ministros de CELAC.
El nuevo informe proyecta desplazamientos —en altitud y latitud— de las zonas óptimas para el cultivo de especies relevantes como café, caña de azúcar, papa y maíz, entre otras.
El sector agrícola no solo recibe los impactos del cambio climático, sino que contribuye a sus efectos, por lo que es urgente que los países, con el apoyo de la CELAC, hagan una transición urgente hacia prácticas agrícolas sostenibles, tanto en términos ambientales como económicos y sociales.
Por un lado, generará una disminución de la disponibilidad de agua para la producción de alimentos y otros usos en las zonas semiáridas y los Andes tropicales, fruto del retroceso de glaciares, la reducción de la precipitación y el aumento de la evapotranspiración en las zonas semiáridas.