Visto desde el país comunista más grande de todos, el deceso de Fidel Castro pone de manifiesto cómo el eje comunista ha cambiado hasta volverse irreconocible con respecto a la época en que el revolucionario barbudo aparecía en el escenario mundial junto a líderes como Mao Zedong.
Las fortunas de ambos países, que iniciaron relaciones diplomáticas en 1960, tomaron caminos distintos en las décadas siguientes: China inició reformas libremercadistas en la década de 1980 y se convirtió en una potencia económica —comunista prácticamente de nombre_, mientras Castro se aferró al marxismo con la economía a los tropiezos.
Hoy los mandatarios de ambos países suelen aludir a su historia ideológica compartida, pero las relaciones bilaterales giran en torno de hoteles de turismo en las playas o inversiones en las telecomunicaciones. En septiembre, durante una visita a la isla, el premier chino Li Keqiang ofreció su apoyo al desarrollo chino como "camarada y hermano", en tanto Castro felicitó al gigante asiático por el crecimiento logrado y pidió ayuda en tecnología agraria.
El comercio bilateral, de 2.200 millones de dólares anuales, es una fracción mínima del comercio de China con el resto de Latinoamérica, que suma 236.000 millones, según la prensa estatal china, pero China es el principal acreedor de Cuba y su segundo socio comercial después de Venezuela y se han profundizado las relaciones rápidamente.
Hay refrigeradores chinos en los hogares cubanos, autobuses "Yutong" en las rutas y se aceptan las tarjetas chinas Unionpay en los cajeros automáticos. En diciembre, Air China inauguró un vuelo directo entre Beijing y La Habana principalmente para los turistas chinos que quieren pasar sus vacaciones en la isla caribeña.
"Después de que China profundizó las reformas y se abrió a principios de la década de 1990, el desarrollo de las relaciones bilaterales no se concentró demasiado en la ideología", dijo Zhu Feng, decano del Instituto de Estudios Internacionales en la Universidad de Nanjing. "El desarrollo económico y la cooperación, que beneficiaron el desarrollo económico y social en ambos países, se volvieron más importantes".
Esa no es la única realineación de las placas tectónicas geopolíticas desde que Castro estaba en su apogeo. El año pasado, Cuba reanudó las relaciones diplomáticas con Estados Unidos después de medio siglo, algo que China vio con recelo. Washington ha levantado un embargo armamentista sobre Vietnam, otrora otro enemigo comunista y ha respaldado a Hanoi en disputas marítimas con China.
Corea del Norte sigue aferrándose al comunismo, pero su líder Kim Jong Un provoca exasperación creciente en Beijing, que colabora con Washington para tratar de detener el programa nuclear de su aliado.
Shi Yinhong, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Renmin en Beijing, dijo que se había anticipado la muerte de Castro y que no habrá cambios de fondo en las relaciones, dado que entregó el poder a su hermano Raúl hace años.
Con todo y aunque parezca la figura emblemática de una época desaparecida, la muerte de Castro despierta profunda nostalgia en China.
En un telegrama al gobierno de Cuba, el presidente Xi Jinping lamentó el sábado la muerte de un "querido camarada y verdadero amigo" del pueblo chino que hizo "aportes inmortales al desarrollo del socialismo alrededor del mundo".
La televisión china transmitió durante horas noticieros históricos, con locutores que destacaban el carisma del barbudo fumador de puros, su convicción ideológica y su aparente "invencibilidad" mientras denunciaban las actividades de la diplomacia y la inteligencia estadounidenses contra el líder cubano.
Desde Jiang Zemin al actual presidente Xi Jinping —quien suele recurrir al simbolismo y lenguaje marxista-leninista_, generaciones de líderes chinos han hecho gala de su afinidad personal por el aliado remoto. Xi visitó Cuba en 2014 y no dejó de mencionar que sorbió un mojito en el bar preferido de Ernest Hemingway.
Por su parte, Castro siempre recibía una acogida cálida en Beijing y muchos chinos mayores recuerdan la visita de 1995 cuando, vestido con su tradicional uniforme verde oliva, se acercó al monumento a Mao en la plaza Tienanmen y le hizo el saludo militar. Castro solía recibir a sus visitantes chinos con un abrazo, para su sorpresa y placer.
En los callejones cerca del deslumbrante Centro de Comercio Mundial, vecinos ancianos hablaron del legado del hombre que fuera una gran presencia en su juventud.
"Era una buena persona", dijo el ferroviario jubilado Zhang, de 78 años. "Cuba es nuestra amiga. Recuerdo cuando participé en el desfile antiestadounidense en apoyo a Cuba cuando era veinteañero. El azúcar que teníamos venía de Cuba".
Liang Yongxing, un funcionario público jubilado, dijo que el deceso de Castro era un hecho trascendental para el orden mundial. "Aparte de Corea del Norte, creo que era la última persona que se aferraba al socialismo puro", dijo.