mecanismo creado por Brasil para recibir ayuda internacional a cambio de proteger la jungla.
En 2017 Noruega había ya donado 41.8 millones de dólares, pero la caída del índice anual de deforestación en un 12 por ciento provocó, como establecen las reglas del Fondo Amazonía, un aumento de la cantidad donada.
La deforestación habría repuntado con fuerza en 2018, llegando a ser la más alta en la última década.
“Los datos son todavía preliminares, pero el posible aumento da motivos de preocupación tanto para Brasil como para Noruega”, dijo el Ejecutivo noruego, que advirtió que está “ansioso por dialogar” con el Ejecutivo de Jair Bolsonaro sobre “los planes futuros” de la cooperación bilateral.
Noruega es el mayor contribuyente internacional a la protección de la Amazonía por medio del Fondo Amazonía, una iniciativa creada en 2008 por el entonces presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva para que su país recibiera dinero a cambio de bajar las emisiones de gases con efecto invernadero derivadas de la deforestación de la selva.
Esas contribuciones son usadas en proyectos de vigilancia y protección de la selva amazónica, y son fundamentales para decenas de organizaciones civiles e indígenas que trabajan por la preservación de la selva y su desarrollo sostenible.
Desde 2008, Noruega ha contribuido con más de mil millones de dólares al Fondo, y es el mayor donante internacional, por delante de Alemania, segundo, con unos 20 millones de dólares.
Organizaciones no gubernamentales defensoras del medioambiente advierten de que la llegada de Bolsonaro al poder puede suponer la mayor ofensiva antiambiental en décadas para Brasil y la Amazonía, y el exmilitar incluso llegó a sugerir que sacaría a su país del Acuerdo de París.
La expansión del sector agropecuario brasileño es causa de una profunda huella medioambiental, ya que en torno al 70 por ciento del total de las emisiones brasileñas de gases con efecto invernadero proceden de la destrucción de la selva y de las actividades ganaderas y agrícolas.
A pesar de los esfuerzos por reducir la deforestación en comparación con la década de 1990, cuando las áreas arrasadas del Amazonas llegaron a sumar en un año 23 mil km2 anuales, Brasil no se comprometió aún a erradicar la deforestación ilegal.