Trump pagó 10 millones de dólares por un anuncio en el Super Bowl cuando los demócratas aún no tenían candidato. Encargó a su organización política cubrir las exorbitantes cuotas legales relacionadas con su juicio político. Sus asesores presumieron su nueva abundancia, incluyendo una flota de vehículos de lujo adquirida por Brad Parscale, su exdirector de campaña.
En tanto, una red de compañías de responsabilidad limitada ocultaron gastos por más de 356 millones, según registros.
Ahora, a sólo dos semanas de la elección, algunos asistentes de campaña reconocen en privado que enfrentan complicadas decisiones de gasto en momentos en que el candidato demócrata inunda las ondas de radio y televisión con anuncios. Eso ha dejado a Trump en la posición de necesitar más que sus característicos mítines durante la pandemia de coronavirus y depender de una teoría no comprobada de que puede convertir a votantes intermitentes en simpatizantes a niveles nunca antes vistos.
“Gastaron su dinero de forma innecesaria, con personal de campaña llevando un estilo de vida de los ricos y famosos, y con anuncios vanidosos”, dijo Mike Murphy, un veterano asesor republicano que trabajó con John McCain y Jeb Bush, y quien es un abierto crítico del mandatario. “Ni siquiera 10 monos con lanzallamas habrían quemado todo ese dinero de forma tan estúpida”.
Para Trump, es una posición familiar, aunque no bienvenida. En 2016, la candidata demócrata Hillary Clinton le superó ampliamente en recaudaciones, pero se las ingenió para concretar una sorpresiva victoria. En esta ocasión, sin embargo, Trump apostaba en su enorme ventaja de fondos para desprestigiar a Biden y defender su presidencia.
El director de campaña de Trump, Bill Stepien, insistió en que el dinero no era problema. “Tenemos cobertura al aire más que suficiente, casi tres veces más que en 2016”, dijo a los reporteros el lunes.
Biden, añadió Stepien, “lo gastó todo en televisión”, al evitar la mayoría de los recorridos puerta por puerta debido a la pandemia, mientras que Trump cuenta con casi 2.000 elementos de campo en todo el país tocando puertas y haciendo llamadas telefónicas para su campaña.
Trump dijo a su personal de campaña el lunes que “en los estados indecisos y que podrían ir para cualquier lado... yo tengo la capacidad de visitar esos estados y hacer eventos. Biden no tiene capacidad. Yo salgo y hago eventos y tenemos 25.000 personas. Él hace un evento y tiene cuatro personas”.
Las cifras de publicidad, sin embargo, ofrecen un panorama menos optimista.
A pesar de que hay media docena de grupos externos que han salido a la ayuda del presidente, Biden y sus aliados demócratas se disponen a gastar 142 millones de dólares en publicidad en los últimos días de la campaña, superando a los republicanos en un margen superior a 2 a 1, según datos de la empresa de rastreo publicitario CMAG/Kantar.
El lunes, el despacho Medium Buying reportó que Trump estaba cancelando anuncios en Wisconsin, en Minnesota —que Trump intentaba arrebatar a los demócratas— y en Ohio, que ganó Trump en 2016 pero que ahora luce sumamente competido.
Es un fuerte contraste respecto a mayo, cuando la campaña de Biden tenía poco dinero y Parscale comparó la campaña de Trump con una “Estrella de la Muerte” que estaba a punto de “apretar el botón de disparo por primera vez”.
La campaña publicitaria que lanzaron en los siguientes tres meses costó más de 176 millones de dólares, pero no melló gran cosa la ventaja de Biden en las encuestas de opinión pública.
Trump está ahora en una posición que es virtualmente impensable para un presidente en ejercicio, dijo Travis Ridout, codirector de Wesleyan Media Project, que da seguimiento a los gastos en publicidad.
“La publicidad obviamente no lo es todo. Pero creemos que los anuncios importan para un par de puntos porcentuales en una carrera presidencial. Y no es una buena señal para la campaña de Trump”, dijo Ridout.