culminará el plan de abandono de la energía atómica sentando un precedente como primer país industrial.
Las centrales de Brockdorf, Emsland y Gröhnde, las tres en el norte de Alemania, dejarán de funcionar el último día de 2021 y a finales de 2022 correrán la misma suerte las de Neckarshaim 2, Isar 2 y Gundremingen C, en el sur, con lo que Alemania se convertirá en un país sin energía atómica.
El apagón atómico se hace en medio de un consenso generalizado -la única agrupación representada en el Bundestag que se opone abiertamente es la ultraderechista AfD- pero el camino hacia él, que se inició en 1998, estuvo marcado por duras controversias políticas.
Los socialdemócratas había sido, hasta la década de los 80, también partidario de la energía atómica pero luego, con el aumento de la protesta antinuclear marcada por la catástrofe de Chernobil en 1986, había dado un giro.
Un consenso llevó a la ley de 2001, y que contempló que toda central debía desconectarse después de 32 años de funcionamiento. En 2002, un año después de la ley, la energía atómica representaba un 30 por ciento de la matriz energética en Alemania. El carbón representaba el 52 por ciento y las energías renovables un 8 por ciento.
Energías renovables cerca de un 50% de la matriz energética
Actualmente las renovables se aproximan al 50 por ciento de la matriz energética, mientras que la energía atómica solo representa el 12,5 por ciento.
Sin embargo, la alta presencia del carbón en la matriz energética, un 31,9 por ciento en el tercer trimestre, sigue siendo un lunar del paulatino apagón atómico debido a las consecuencias negativas para la lucha contra el cambio climático.