señales de desaceleración, según lo evidencia el último informe presentado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad, por sus siglas en inglés), que reveló una contracción del 11% en la inversión extranjera directa (IED) a nivel mundial durante lo corrido de 2025.
Este resultado representa el segundo año consecutivo de caída, una tendencia que preocupa a los analistas internacionales por sus implicaciones en el crecimiento económico, la generación de empleo y el financiamiento del desarrollo sostenible, de acuerdo con el portal La República.
En este sentido, el informe enfatiza que los capitales productivos se han visto afectados por factores estructurales que han deteriorado el entorno de inversión. La Unctad advierte que “el panorama de la inversión en 2024 estuvo marcado por tensiones geopolíticas, fragmentación del comercio y una intensificación de la competencia en materia de políticas industriales”.
Estos elementos, señala el documento, contribuyeron a incrementar el nivel de incertidumbre y a generar condiciones de riesgo financiero que mermaron la confianza de los inversionistas internacionales en el largo plazo.
La caída en la inversión extranjera directa a nivel global durante 2025 impacta directamente a Colombia, al formar parte de una región que ya reportó una disminución del 12% en estos flujos. Esta tendencia representa un obstáculo para el financiamiento de proyectos productivos, la creación de empleo formal y el impulso al crecimiento económico nacional.
::: Crecimiento atípico de 2024 no logró consolidarse en 2025
Pese a la caída actual, el documento recoge que en 2024 se registró un ligero aumento del 4% en la inversión extranjera directa, alcanzando un total estimado de USD1,5 billones. Este repunte, de carácter coyuntural, respondió en gran medida a movimientos de capital volátiles en diversas economías europeas que actúan como plataformas para inversiones transnacionales, y que durante ese periodo inflaron las cifras globales.
Al examinar la situación por regiones, se identifican contrastes marcados entre los bloques económicos más desarrollados y los mercados emergentes. Europa, por ejemplo, fue la región más golpeada con una reducción del 58% en sus flujos de inversión.
Este retroceso se relaciona con la reconfiguración de las cadenas globales de valor y una menor actividad de fusiones y adquisiciones, factores que tradicionalmente han impulsado el flujo de capital hacia ese continente.
América del Norte, por otro lado, presentó un comportamiento opuesto, con un aumento del 23%, empujado en gran parte por la actividad económica de Estados Unidos. Las políticas de estímulo industrial, combinadas con una recuperación parcial del clima empresarial, favorecieron el ingreso de capitales hacia sectores como la manufactura avanzada, la energía y la tecnología.
En el caso de África, el informe resalta un crecimiento significativo del 75% en la IED, impulsado por un megainvestimiento en Egipto. La importancia de este proyecto radica no solo en su tamaño, sino en su efecto multiplicador sobre sectores relacionados.
Aun excluyendo este desarrollo específico, las entradas de inversión hacia el continente africano crecieron un 12%, lo cual demuestra un renovado interés por parte de los inversores en mercados que tradicionalmente estuvieron subrepresentados en las estadísticas globales.
Asia continúa consolidándose como un polo de atracción para los flujos de inversión, a pesar de una leve reducción del 3%. El sudeste asiático sobresale dentro del bloque con un incremento del 10%, que llevó la cifra total en la subregión a USD225.000 millones.
Esta cantidad representa el segundo nivel más alto registrado en ese mercado, lo que evidencia la resiliencia y capacidad de adaptación de las economías asiáticas ante las nuevas condiciones del entorno global.
En América Latina y el Caribe, las cifras no resultaron tan alentadoras. La región reportó una disminución del 12% en los flujos totales de inversión extranjera directa. Aun así, el informe llama la atención sobre el aumento en los anuncios de nuevos proyectos en países como Brasil, México y Argentina. Aunque estos no se traducen de forma inmediata en desembolsos efectivos, sí podrían señalar una tendencia incipiente hacia la recuperación del atractivo regional a mediano plazo.
El documento también plantea preocupaciones adicionales relacionadas con la creciente competencia entre países por atraer inversiones mediante incentivos fiscales o subsidios industriales. Esta carrera por captar capitales podría intensificarse y derivar en distorsiones en el mercado global, al tiempo que agrava la desigualdad en la distribución de la IED entre países desarrollados y en desarrollo.
Otro elemento que resalta el informe es la evolución de la inversión hacia sectores vinculados con la transición energética, la digitalización y la resiliencia de las cadenas de suministro. Aunque estas áreas concentran una porción creciente de la inversión, su desarrollo desigual plantea retos para los países con menor capacidad de adaptación tecnológica o regulatoria.
Según el informe, “estas dinámicas, combinadas con un alto riesgo financiero y creciente incertidumbre, están redibujando el mapa de la inversión mundial”.
Para los próximos meses, la Unctad sugiere que el comportamiento de los flujos de inversión seguirá condicionado por la evolución de las tensiones geopolíticas, la dirección de las tasas de interés globales y las reformas estructurales en curso en diversas economías.