“Habrá un periodo de adaptación y los negocios sufrirán”, reconoce el economista local Ashot Barsyegyan. “Hay conexiones entre las economías crimea y ucraniana. Conexiones de producción, consumo y financieras”.
En las tiendas, los comerciantes necesitan instalar dos cajas registradoras para adaptarse al cambio. Hasta el uno de enero de 2016, la grivna seguirá siendo compatible. Hay hoteles y restaurantes que ya aceptan rublos, pero devuelven la moneda en grivnas.
“Las tarjetas desgraciadamente aun no funcionan con rublos, pero esperamos que los bancos lo solucionen”, comenta la comerciante Elena Knyazeva.
El otro gran problema es el pago de los funcionarios y las pensiones. Antes del referéndum, Rusia prometió que salarios y subsidios subirían al nivel ruso. Un jubilado crimeo cobra ahora escasamente cien euros mensuales. Moscú ha asegurado una entrega inmediata de seis millones de rublos. Aunque, en las oficinas bancarias, explican que todavía no tienen instrucciones para ello.