El 77% de los votantes votó en contra de la propuesta patrocinada por los sindicatos y apoyada por el Partido Socialista y Verde y que pretendía ser una forma de contrarrestar la creciente desigualdad salarial en uno de los países más caros del mundo. De haber ganado el sí se trataría sel salario mínimo más alto del mundo, por delante de Francia 9,43 euros la hora, España, 5,05 euros, o Alemania, 8,50 euros.
Aunque cada vez gana más espacio en el debate público el aumento de la desigualdad salarial y social en el país, los suizos son reacios a pedir al Estado que regule cuánto debe ganar un trabajador y a imponer una decisión de ese tipo a los pequeños y medianos empresarios, que generan dos de cada tres empleos en Suiza.
La Confederación Helvética forma parte de la minoría de países europeos que carece de una legislación que regule una remuneración mínima, como sí la tienen 21 de los 28 países de la Unión Europea -bloque al que Suiza no pertenece-, aunque a niveles muy inferiores al propuesto en el referéndum de hoy en Suiza.
Los gremios patronales y los partidos conservadores se oponían a la medida por considerar que perjudicaba justamente a los que pretendía proteger y alertaban de que provocaría la destrucción de empleos, un argumento que caló entre los votantes.
Los salarios más bajos en Suiza corresponden, de manera general, a las actividades de limpieza, a la restauración, la hostelería, la venta y al cuidado de personas, ocupaciones en las que se utiliza ampliamente el trabajo a tiempo parcial.
Esta modalidad de empleo, muy común en Suiza, penaliza al trabajador que percibe proporcionalmente menos de lo que ganaría en un empleo a tiempo completo.
Durante la campaña del referéndum, representantes de ramas de la hostelería y la restauración advirtieron repetidamente de que establecer un salario mínimo de 4.000 francos obligaría a los pequeños y medianos empresarios a eliminar puestos de trabajo.
Ambas actividades económicas constituyen la cuarta fuente más importante de empleo en la Confederación Helvética.
Se afirmaba también que la iniciativa hubiese reducido el empleo en sectores de baja productividad, como la gastronomía, la agricultura y el comercio al detalle.
Al comentar el resultado, la agrupación Mujeres Socialistas Suizas consideró que el rechazo al salario mínimo es una "bofetada" para las trabajadoras, que son -como lo muestran las estadísticas oficiales- las más afectadas por los bajos salarios.