Congreso mexicano

CONGRESO MEXICANO

Cuando se habla de la clase política mexicana es preciso hacerlo desde todos sus ángulos, incluso desde el desprestigio que gran parte de ésta tiene frente a la opinión pública. Si bien es cierto que hoy gobernar no es una actividad unilateral, se percibe en el ambiente público que los políticos son los únicos decisores de las políticas comunes, ellos mismos las implementan y las evalúan, generando desconfianza social. Ese es el verdadero reto próximo, regresarle la honorabilidad a la práctica política mexicana, como la principal razón para mantenernos en la palestra nacional, en el debate y confrontación de ideas.

Y uno de los grandes espacios de la vida pública de nuestro país lo constituye el Congreso mexicano, que si bien muchas veces nos ha dejado sin sabores como sociedad otras veces –baste ver la discusión y aprobación de las reformas constitucionales-, nos ha permitido ver un recinto como nunca se había visto, con altos niveles de producción legislativa y con debate de altura, con ideas encontradas pero tolerancia para los que piensan distinto. Gran parte de estas últimas reformas fueron votadas en consenso, otras más con unanimidad, las menos con sus legítimas diferencias, pero dejando claro que la propuesta realizada desde el Ejecutivo siempre fue la ruta correcta.

Como sabemos, nuestro poder legislativo es el órgano del Estado mexicano depositado en el Congreso General divido en dos Cámaras, con tres funciones básicas, representar al Estado, vigilar, resguardar la administración pública federal así como crear leyes y decretos de carácter federal dentro de una dinámica del marco jurídico. Entendido desde nuestra soberanía nacional, establecida en el artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Nuestra formación política como nación no ha sido un proceso sencillo, encontramos, por ejemplo, antecedentes de nuestro primer órgano legislativo en la Constitución de Cádiz, en cuyo documento se plasmaron los principios para la división de poderes –aún vigentes-, donde el ejercicio del legislativo era hecho desde las Cortes, aquel lugar donde se reunían los diputados para deliberar.

Por eso, recibir el próximo año, no sólo nos debe obligar a la revisión de los pendientes legislativos, si de verdad deseamos trascender, debemos hacerlo con la convicción de que el 2015 tiene que ser un año mejor desde la trinchera del Congreso, tiene que ser igual o mejor nuestra producción legislativa del año que cerramos, con debate sí, con disenso sí, pero siempre anteponiendo los intereses públicos a los personales.

2015 será, además, un año electoral, un año en que las y los candidatos que aspiren a representarnos deberán dejar constancia de su experiencia en la materia legislativa, combinado con probados niveles técnicos y académicos –de preferencia- para garantizar que se puede continuar fortaleciendo la visión reformadora del Ejecutivo.

Aprovecho para enviarles los mejores deseos para el año venidero, que sea para el bien de todas y todos.

*Doctor en Economía

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