Se paraliza Jalisco

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El ataque del crimen organizado en Jalisco fue de tal magnitud que los servicios consulares de Estados Unidos pidieron a sus ciudadanos evitar la región, la campaña electoral fue suspendida y la cúpula de la seguridad nacional mexicana se reunió de urgencia. “La autoridad no claudicará en su misión de combatir a la delincuencia de manera frontal y decidida”, afirmó el gobernador, el priista Aristóteles Sandoval, quien, por la tarde, aseguró que el estado había recuperado la calma.

Cabe recordar los antecedentes de la guerra emprendida por el Cártel Jalisco-Nueva Generación contra las autoridades, cuando esta organización dio muestras de su poder, cuando desató su venganza por la muerte de Heriberto Acevedo, alias El Gringo, uno de sus jefes sicarios. Este narco cayó abatido el 23 de marzo por la Fuerza Única, un grupo policial de élite creado por el Gobierno de Jalisco para hacer frente al crimen organizado. Dos semanas después llegó la respuesta.

El 6 de abril un convoy de diez vehículos blindados, con 40 agentes, fue atacado a plena luz del día en una carretera comarcal entre Puerto Vallarta y Guadalajara. Armados con lanzagranadas de precisión y ametralladoras M-60 (550 disparos por minuto), los narcos frenaron con determinación militar el avance del contingente policial. Después, estratégicamente situados en lo alto de terraplenes, lo abrasaron con explosivos y bidones de gasolina. Quince policías murieron. Otros cinco resultaron heridos. Ningún narco cayó. Aquel día, el cártel demostró su capacidad letal. No era la primera vez.

La organización, dirigida por Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, ha ido creciendo a la sombra de otras más conocidas como Los Zetas o Los Caballeros Templarios. Mientras las fuerzas de seguridad se centraban en otras mafias, el Cártel Jalisco-Nueva Generación, relativamente joven, se iba apoderando, como un reptil, de los nichos que abandonaban sus enemigos. Aunque cuando hacía falta, también atacaba a la yugular. En su expansión, se enfrentó a cara descubierta a Los Zetas, dirigidos por exmilitares de élite y cuyas terroríficas mutilaciones dieron la vuelta al mundo.

En septiembre de 2011, el emergente cártel dejó en Boca del Río, Veracruz, en el corazón del territorio zeta, su carta de presentación: 35 cadáveres sobre el asfalto de la avenida Ruiz Cortines. La masacre les valió el apodo de matazetas.

En apenas 10 años han extendido sus tentáculos desde Jalisco a ocho estados (Colima, Michoacán, Guanajuato, Nayarit, Guerrero, Morelos, Veracruz y el mismo Distrito Federal), se han hecho fuertes en la producción de metanfetamina y se han expandido con firmeza en el mercado estadounidense, hasta el punto de que el Departamento del Tesoro ya les sitúa entre “las organizaciones de tráfico de droga más poderosas de México”, en franca competencia con el cártel de Sinaloa.

Este crecimiento tumoral ha sumido en el terror a Jalisco, pues el secretario de Turismo fue asesinado en marzo de 2013 a las dos semanas de ocupar el cargo; y un año después el diputado federal Gabriel Gómez Michel, también de PRI, fue ultimado y calcinado tras un espectacular secuestrado en plena carretera, cuyas imágenes grabadas por cámaras de seguridad pudo contemplar todo México. En dos años, han caído más de 70 funcionarios en el Estado.

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