PEMEX a la deriva

quimera

Hace un par de semanas, el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, anunció que el gobierno tenía la intención de capitalizar a Petróleos Mexicanos (PEMEX), bajo una serie de ajustes en su organigrama, su estructura y su presupuesto. Aun así, el gobierno federal achaca la mayor parte de los problemas a la baja del precio internacional del petróleo (45% durante el último año), la cual ha complicado el desarrollo de la industria petrolera a nivel mundial. Sin embargo, más allá de las condiciones adversas en el plano internacional, este escenario ha hecho evidente como la reforma energética ha sido incapaz de convertir a PEMEX en una empresa productiva del Estado, capaz de competir y desarrollarse. En plena semana santa, se han hecho públicos una serie de datos que muestran el profundo problema que enfrenta PEMEX:

Una reducción en 25% de las ventas del petróleo mexicano, el desplome de los precios de crudo a nivel internacional y el mal manejo de los escasos recursos disponibles fueron las condiciones que propiciaron el recorte presupuestal de 100 mil millones de pesos.

29% de los ingresos totales del Gobierno Federal es lo que aporta PEMEX.

La caída en ventas que reportó la empresa paraestatal ante la Bolsa Mexicana de Valores a finales del año 2015 fue del 25%.

El precio al que México vende cada barril de petróleo desde mediados de enero pasado es el mínimo de hace 13 años.

25 dólares, es el precio pronosticado del petróleo durante 2016, un bajo valor que no se había alcanzado en 12 años. José Antonio González Anaya, titular de Pemex, declaró que por cada cinco dólares que el precio del petróleo cae a nivel internacional, la paraestatal deja de percibir 20 mil millones de pesos.

El total de empleados de Pemex excede en 7 veces al de empresas como Statoil o British Petroleum, de acuerdo con una investigación del diario británico The Financial Times.

50 mil millones de pesos, le otorgó la SHyCP en títulos de crédito a Pemex para cubrir los compromisos de pago del Gobierno Federal.

La pérdida registrada por Pemex en 2015 ascendió a 521 mil 607 millones de pesos (97.7%).

100 mil millones de pesos, fueron recortados del Presupuesto de Petróleos mexicanos el pasado 17 de febrero: 46 mil 800 millones a Pemex Exploración y Producción y 36 mil 200 millones a Pemex Transformación Industrial.

El esquema jurídico de PEMEX y el opaco funcionamiento interno, incentivaron prácticas que carecían de una lógica de mercado, perjudicando su eficiencia y productividad.

Otro elemento que resalta en el mal manejo de PEMEX, es el histórico descuido al desarrollo de capital humano en materia petrolera. A nivel nacional, sólo 13 universidades públicas y 10 privadas ofrecen la carrera de ingeniería petrolera. Además, esta carrera no ha podido atraer a los jóvenes. Los estudiantes de ingeniería petrolera representan el 11.2% de los alumnos de la Facultad de ingeniería y sólo son el 0.67% de los 197 mil estudiantes de licenciatura de toda la UNAM.

Por otro lado, el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), concebido en 1965 como baluarte de la investigación petrolera y responsable de evaluar los avances tecnológicos que pueden incrementar la capacidad productiva de PEMEX, ha sido abandonado. Salvo en 2010, cuando el presupuesto destinado al IMP aumentó 18%, la tasa de crecimiento de los recursos destinados a dicho instituto no corresponde con las necesidades de financiamiento a la investigación petrolera.

El esquema fiscal establecido en la reforma energética y la reforma fiscal resultó poco oportuno ya que, por un lado, mantiene un desbalance de tratamiento fiscal entre PEMEX y otras empresas del sector y, por otro lado, la utilidad de PEMEX sigue íntimamente ligada a las finanzas públicas nacionales. Dicho de otra manera, el nuevo esquema tributario no eliminó la dependencia de la Secretaría de Hacienda de las utilidades, impuestos y derechos de PEMEX. Esto ha perpetuado que la empresa mexicana sea incapaz de tomar decisiones y acciones de mercado que le permitan desempeñarse de manera competitiva.

La solución a esta problemática no es inyectarle más capital, principalmente por dos razones:

  1. PEMEX siempre ha sido un instrumento muy atractivo en términos de certidumbre recaudatoria para el Gobierno Federal. Tan sólo entre 2014 y 2015, el Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios (IEPS) permitió que los ingresos tributarios derivados del petróleo aumentaran, siendo una de las principales fuentes de financiamientos para el ejercicio fiscal de 2015.
  2. El gobierno ha anunciado irónicamente la inversión en 3 nuevas refinerías en el mediano plazo. Este plan de inversión se contradice con la cancelación del conocido proyecto de la refinería de Tula, Hidalgo. Más allá del componente político que representan estas inversiones, no se ha presentado una verdadera justificación económica para explicar esta estrategia gubernamental. La construcción de nuevas refinerías se vuelve fundamental, dado que puede detonar las industrias relacionadas con el petróleo.

Mientras no se atiendan los principales retos de PEMEX –como la caída en la capacidad de producción de barriles, el esquema tributario poco competitivo, y la magnitud de sus pasivos– la inyección de capital será únicamente una solución de muy corto plazo. Esto implica, por supuesto, aprovechar la coyuntura para plantearse una verdadera reestructuración de la petrolera nacional que quedó pendiente en la reforma energética de 2013.

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